Tanto por lo que dice, como, sobre todo, por lo que no dice, parece que a José María González le gustaría cumplir su palabra y no “sacrificar” otros cuatro años de su vida por “amor” a su ciudad. Como si se hubiese quitado un peso de encima, el alcalde no parece fingir cuando desliza que dará un paso atrás, encantado, si surge el relevo en este año y medio que le resta de mandato. Lo demás, cuando también expresa lo contrario, parece más una pose, cumpliendo un guión escrito hasta el final. Para Kichi, cualquiera de sus colaboradores, empezando por su asesor, que escucha la conversación atento a su lado, en un discreto segundo plano, hasta el último de sus concejales, el último de los gaditanos, podría tener mimbres para sustituirle. Otra cosa es que las circunstancias objetivas y la realidad que le rodean le impidan cumplir su palabra. Llega puntual al periódico para, en primer lugar, tratar de aclarar quizá su decisión más difícil en estos seis años: aplazar el Carnaval por la pandemia, sin duda el detonante de una incipiente contestación que se palpa incluso entre sus votantes. La polémica sólo logra aparcarla tras la SailGP, un éxito de la organización por el que fue felicitado hasta por Don Felipe, a bordo del portaaviones Juan Carlos I, las paradojas del destino.
—Huelva y Tenerife también confirman su concurso de coplas y el Carnaval en febrero. Vista la evolución de la pandemia, ¿sigue negando la posibilidad de dar marcha atrás para no retrasarlo hasta la primavera?
—Tomamos una decisión en septiembre amparada en garantizar la salud de los gaditanos, anteponiendo la vida de las personas por encima de todo. Y lo que hagan otras ciudades influye, claro, ya nos gustaría, a mí el primero, celebrar el Carnaval en febrero. Pero mi conciencia me impide tomar una decisión que ponga en riesgo la vida. Entre los votos y la vida, elijo la vida. El Carnaval en Canarias o el de Huelva, a los que respeto, han decidido mantenerlo en febrero, pero no han contado cómo será su Carnaval en la calle propiamente dicho. El Carnaval de Cádiz se compone de el COAC, los actos en la calle y el Carnaval callejero. Cuando hay menos probabilidades de que las tres patas se desarrollen con garantías, para mí peligra el conjunto entero. Si en febrero hay menos posibilidades de celebrarlo con normalidad, me tengo que ir a una fecha que me garantiza la máxima normalidad. La ministra de Sanidad ha dicho que la mascarilla se quedará hasta primavera, al menos. Por tanto, teniendo en cuenta por ejemplo las limitaciones de la Fiesta del Pilar, que se llaman ‘las no Fiestas del Pilar’, vemos que se ha celebrado con mascarilla, con un metro y media de seguridad… Yo no quiero un no Carnaval. Quiero un Carnaval lo más parecido al de siempre en la confianza de que el año que viene lo celebraremos con todos sus elementos en febrero. Pero discrepo que en el año que estamos se pueda celebrar dentro de la nueva normalidad.
José María González ‘Kichi’, alcalde de Cádiz, durante la entrevista en ‘Diario de Cádiz’.José María González ‘Kichi’, alcalde de Cádiz, durante la entrevista en ‘Diario de Cádiz’.
José María González ‘Kichi’, alcalde de Cádiz, durante la entrevista en ‘Diario de Cádiz’. / JULIO GONZÁLEZ
—¿No hubo un poco de precipitación? ¿Qué base científica apoya su decisión? ¿Ha sido sólo miedo al repunte de contagios o han hablado con algún experto epidemiólogo o de la Junta?
—Quizá los que no son de Cádiz no sepan que el Carnaval hay que prepararlo desde finales de agosto, de ahí que sea en septiembre cuando tocaba decidir si se mantenía en febrero o en otra fecha con menos dificultades para su desarrollo. Trasladamos una consulta al Ministerio de Sanidad y nos dijo dos cosas: ‘Estáis haciendo lo correcto, pero no lo vamos a dar por escrito’. Ahí hay que tener la cabeza fría y decidir. Y me remito a lo que dijo la ministra sobre las mascarillas, que cuando coincida con la gripe, en invierno, en pleno Carnaval, hay que llevarlas sí o sí.
—¿Le presionaron los autores con el coste de la escenografía para que lo aplazara con el fin de correr el menor riesgo de suspender el COAC? ¿Los colegios se negaron a ceder espacios para ensayar por miedo al Covid?
—Hemos analizado una serie de variables y nos ha sido imposible garantizar el Carnaval en febrero. Por ejemplo, las inversiones de las agrupaciones. Y no sólo las económicas, también las inversiones en sentido artístico. Yo doy a luz una idea y hay un grandes posibilidades de que en febrero no la pueda estrenar. Igual que pasó con las Ferias y los San Fermines… La decisión más lógica era posponerlo para que los autores piensen con tranquilidad en su idea sin miedo de que no se lleve a escena al final.
—Quizá fuera de Cádiz cueste entender que el Concurso lo ha condicionado todo porque un Carnaval sin COAC sería inviable.
—Claro, las callejeras son un micro universo del Carnaval que se autogobierna, con su propio fuero y su camino. Igual que no entendemos un Carnaval sin agrupaciones callejeras y sin tablaos ni actos en la calle, es un pack. No podemos hacer el COAC en una fecha y la pestiñá en otra.
—También se recuerda que usted, en sintonía con autores varios, tenía ganas de experimentar con un Carnaval en mayo, con una fecha fija que nada tenga que ver con el calendario gregoriano. ¿Es así?
—Sí que se planteó una fecha fija. Es un debate que siempre estuvo abierto y nosotros entramos en ese debate, pero creo que el Carnaval ha de ser en febrero.
—Universitarios, cofrades, hosteleros, taxistas, comerciantes… Muchos sectores le piden que rectifique, a la vista de que se han eliminado las restricciones de aforo. ¿No han dudado en algún momento?
—Es muy complejo adoptar estas decisiones. No podías decir, oye, vamos a celebrarlo en febrero y si no se puede, lo celebramos en junio. No se podía dejar el Falla sin programación todo el año. La primavera ofrece más garantías, ya que había muchas posibilidades de que en febrero nos viésemos con un Carnaval que no gusta a nadie.
—Pero asume el desgaste, porque lo aplaza a la vez que se abren los los teatros y los cines, los estadios sin límite de aforo…
—Evidentemente, evidentemente. El Carnaval implica unas aglomeraciones sin comparación…
—En la SailGP han sido importantes las aglomeraciones.
—Pero no tiene parangón con las 400.000 personas que vinieron a Cádiz en el último Carnaval. Si tengo que cantarte un cuplé con mascarilla y a un metro de distancia y a un máximo 20 personas… No nos gustaría.
—Y si llega febrero y la evolución de la pandemia y las autoridades lo permiten, ¿usted se sumaría a la fiesta?
—Como cualquier gaditano, iré a escuchar las callejeras, pero hablamos de otra cosa, de un Carnaval organizado por el Ayuntamiento que implica el pregón, la cabalgata, los concursos en los tablaos, el COAC… Los medios se han llevado años tachándonos de populistas, y ahora soy consciente de que esto me puede restar votos. Pero entre la vida y los votos, elijo la vida, ¿Cómo demostrar que no somos populistas? Pues con valentía y rigor.
—¿Qué le ha dolido más, la reacción de autores como Martínez Ares, o que no haya más autores defendiendo sin tapujos su planteamiento?
—Te duele todo en general. Tanto las críticas de los amigos como los silencios. Pero estoy convencido de que tanto los amigos que hablan como los que callan estarán de acuerdo en que si me he equivocado es en ser excesivamente cuidadoso. Si tengo que ser responsable de eso, pues mea culpa.
—Cambiando de tercio, la organización de la SailGP se ha ido de Cádiz con buen sabor de boca.
—Ciertamente ha sido un éxito absoluto, en primer lugar por la organización. Ha salido todo a pedir de boca tras meses de duro trabajo coordinándonos entre todas las administraciones. Y no sólo en el desarrollo de la prueba, sino en lo que no se ve: las fuerzas de seguridad del Estado en coordinación con Casa Real y Protección Civil y Policía Local han posibilitado que todo sea más sencillo. Y también ha sido bueno que se haya alargado la temporada estival con esta prueba, que ha rozado el lleno en los hoteles, a lo que hay que sumar la proyección de la ciudad. Veremos si podemos hacer de Cádiz la sede por muchos años.
—El Gobierno anuncia una nueva ley de la vivienda, con ayudas al alquiler, limitaciones de rentas, con el encarecimiento de los IBI a los pisos vacíos en las zonas más saturadas. Quedan muchas dudas en el aire, pero ¿es esto lo que Cádiz necesita?
—Lo que le falta a la ciudad es que las administraciones competentes en esta materia como lo es la Junta construyan más vivienda pública. Hace años que no hace nada.
—¿Y por qué no llega a acuerdos con la Junta, como antiguamente, finca a finca? ¿Qué es lo que falla? ¿Le han ofrecido suelos, inmuebles…?
—Pregúnteselo a ellos. Hemos tendido todos los puentes, hemos celebrado todas las mesas tripartitas posibles, pero la Junta no está invirtiendo en vivienda pública. En los últimos 20 años lo que se ha construido en Cádiz es vivienda de renta libre. El PP jamás construyó vivienda social, y el PP en la Junta parece que va por el mismo camino. Todas las leyes que mejoren el acceso a la vivienda de la gente con problemas para llegar a final de mes y para los jóvenes serán bienvenidas por el Ayuntamiento de Cádiz. Es justo lo que hacemos ahora, poco o mucho, una finca, dos fincas al año, pero es eso.
— Muchos temen que las ayudas dejen fuera a los mayores de 40 porque a los propietarios les saldrá siempre más rentable alquilar a un joven, que además recibirá 250 euros mensuales. ¿No corremos el riesgo de que los precios encima suban?
—Pero porque el PSOE es experto en hacer políticas a medias, que no van a la raíz del problema. El problema seguirá si no se elimina la especulación, se facilita el acceso y se paran los desahucios.
—¿No tiene la sensación de que seguimos igual, como con los cheques bebé, y de que faltan ideas para crear empleo y que los jóvenes no tengan que irse?
—Lo que un joven le pide a sus gobernantes son oportunidades. Tenemos que generarlas relacionándolas con sectores y nichos de empleo que serán importantes en el futuro, empezando por la economía verde, la azul y la economía naranja, la que va ligada a la artesanía. Es lo que esperan de nosotros. Pero lo ayuntamientos estamos muy limitados.
—Uno de sus lemas era que los jóvenes volverían cantando. Sin embargo, siguen marchándose, de Cádiz y del resto de la provincia.
—Cuando en un mundo que ha cambiado tanto utilizas las viejas recetas, evidentemente el fracaso está garantizado. La Junta de Andalucía ahora puede modificar los planes generales de los municipios y lo va a hacer con la vieja fórmula del ladrillazo típica, con hoteles, parques de ocio y campos de golf… Es la receta que nos plantean para salir de los vagones de cola del progreso. Las nuevas soluciones pasan por un cambio de modelo productivo y no por apostarlo todo al turismo. Alemania ya lo ha hecho.
—Cuando ve el trato que se dispensa desde el Gobierno y la Junta con otras capitales y Bahías como la nuestra, ¿tiene la sensación de que podríamos hacer algo más para que se escuche a Cádiz?
—No sé que hacemos mal para que no se nos escuche, pero sí me llena de ira. Por qué en el Norte cuentan con todas las ayudas y si tienen que cerrar una fábrica de Airbus, la cierran aquí; por qué se solucionan los temas de transporte en la España vacía, pero si hay que despedir a alguien, lo hacen aquí, en Sevilla y Cádiz, y me refiero a la gente de Alestis. Puede ser que la cosa vaya por nuestra desunión, cada uno mira para su lado. Si la sociedad civil ve que los políticos se tiran los trastos a la cabeza, es muy difícil unirse. Cuando la gente más necesitaba de nosotros, en la pandemia, tampoco hemos hecho causa común. Y sólo desde frentes comunes podremos lograr objetivos comunes.
—Cuando el presidente del Gobierno habla de la urgente necesidad de plantearnos la descentralización de las instituciones del Estado y a la vez prima a unos astilleros con programas mucho más ambiciosos que los nuestros o se dejan caer factorías como la de Airbus en Puerto Real, como ha dicho antes, y se amplía la de Getafe, ¿qué es lo que hacemos mal?
— Eso también depende de que haya una voz en Madrid de Andalucía. Es lo que queremos lograr con Adelante Andalucía, para defender nuestros objetivos…
—¿Se ha visto obligado a repensarse sus ideales a raíz del nuevo proyecto político andalucista que lidera su pareja, Teresa Rodríguez? ¿Se ve algún día como candidato a presidente andaluz?
—Para nada, para nada. No, no lo seré jamás, jamás. Ya tenemos una candidata fantástica, que es Teresa Rodríguez, y Andalucía necesita a andaluces que la defiendan en el Congreso.
—Vivimos la época más crispada de los últimos lustros, ¿hasta qué punto también es consecuencia de la política que usted dirige desde San Juan de Dios?
—Porque de alguna manera nuestra fuerza política es impugnatoria, y está impugnando, dejando en paños menores, las políticas de décadas anteriores, políticas de dedazo, de pelotazo, de dejar la política y pasar a un consejo de administración. Nosotros vemos cómo el bipartidismo no era más que una panda de chulos y vividores, con gente honesta, por supuesto, pero con un alto porcentaje de chulos y vividores e impostores, y eso evidentemente agita, y genera violencia y hace convulsionar la vida y la sociedad que parecía tristemente establecida. Porque Teófila Martínez era la madre severa que nos tocó tener. Pero la gente descubre un día que no, perdona, tu madre es tu madre y tu alcalde es tu alcalde en virtud de que satisfaga tus necesidades y de que comparta proyecto y camino. Nosotros impugnamos todo aquello que parecía instalado y aceptado en el imaginario colectivo, con aciertos y errores. No es que el ejercicio de nuestro gobierno haya sido impoluto estos años, hemos cometido errores. Pero cuando cometemos un error lo reconocemos y pedimos disculpas. Y en los últimos 40 años jamás se vio en este país a un político pedir perdón.
—Ustedes impugnan incluso la Transición, aquel pacto de la gran reconciliación que firmaron nuestros padres, ¿por qué?
—El régimen del 78 fue un cierre en falso a lo que pasó en este país durante 40 años. Aprobar la ley de amnistía en el 76 y decirle a los asesinos y a los políticos franquistas bienvenidos a la nueva España sin que se depuren responsabilidades es un cierre en falso y ahora se ven las consecuencias. Un síntoma clarísimo es el estado actual de la Monarquía, su tremenda impopularidad después de haber sido una institución aceptada, respetada y querida por toda la españolidad. No son buenas tantas dudas sobre el origen de su fortuna.
—Casi nadie discute el fondo de la ley de la memoria histórica, pero a veces se le vio arrastrado por un ánimo revanchista y casi obsesivo. En especial, también de sus socios y hacia terrenos donde no se le veía cómodo, como al tener que retirar, por ejemplo, el nombre de Carranza del estadio.
—El nombre del estadio es necesario hacerlo. Y lo aplaudo, estoy de acuerdo. No me lleva a un espacio incómodo. Pero entiendo que este tipo de cambios hay que hacerlos con mucha pedagogía, porque de lo contrario puede ser contraproducente. Cuando cambias el nombre de algo tan importante como es el estadio del club de tus amores, a nadie le gusta. ¿Es necesario? Sí, y aplaudo las decisiones de Martín Vila, pero siempre te queda la duda de qué habría pasado si hubiésemos hecho una campaña previa. Claro, es como cuando vas a dejar a tu novia, ¿cuándo es un buen momento? Pues nunca, nunca. Lo hagas cuando lo hagas siempre será horroroso. Al final son decisiones que tocan mucho la fibra sensible de una ciudad, de ahí que tengan que acompañarse de pedagogía.
—¿Qué le dijo a Manuel Vizcaíno, el presidente del Cádiz, cuando le habló de su idea de un estadio más grande?
—Que como se lo lleve de Cádiz, tendremos problemas (risas). No, vamos a verlo, Manuel es muy amigo mío y creo que es posible. Si de lo que se trata es de ampliar el estadio, podemos darle una pensada y sentarnos con el mapa de la ciudad por delante para buscarle una nueva ubicación. Pero descartamos por completo la idea de que salga de los límites de la ciudad. También le ofrecimos en alguna ocasión que compre el estadio. Pero él piensa que para aumentar las cifras del club hay que pensar en otro estadio donde poder celebrar múltiples actividades. Cualquier propuesta tendría que ser viable dentro de Cádiz, ningún gaditano entendería que se tenga que desplazar para ver jugar a su equipo.
—Su socio Martin Vila acumula cada vez más detractores entre el sector turístico, una de las principales fuentes económicas de la ciudad. ¿Por qué ese empeño en la moratoria para nuevas inversiones turísticas mezclándolo todo? Y a propósito de las viviendas con fines turísticos, ¿no sería lo más deseable establecer unas reglas del juego más claras y beneficiosas también para el Ayuntamiento, en lugar de tratar de eliminarlas?
—Martín Vila no está en contra del turismo y esto es necesario dejarlo claro. El turismo es un sector muy importante. Pero es necesario regularlo porque de lo contrario tendría un efecto muy tóxico, como se ha visto en Venecia o Barcelona. La actividad turística no regulada es la que expulsa a las personas de sus barrios, como vemos en Santa Cruz, en Sevilla. La moratoria hace alusión a paralizar la concesión de nuevas licencias mientras hacemos lo que usted propone, regular. No es eliminarlas todas, es controlar dónde se desarrollan las VFT, no es lo mismo el casco antiguo que un barrio en extramuros, donde sí sería posible la proliferación de estas viviendas. No queremos eliminar, pero sí controlar. No estamos en contra de los hoteles ni de los apartamentos turísticos. Pero cuando las viviendas están concebidas inicialmente para uso residencial y acaban en un negocio para unos pocos, ¿qué hacemos con la gente que vive en esas casas?
David Fernández