El cartel de Zahara ha levantado ampollas entre los cristianos. Las críticas, tanto en la calle como en las redes, han corroborado una nueva provocación y ofensa a los sentimientos religiosos; pero, ¿realmente ha sido así?

La polémica se inició hace tan solo unos días, cuando la cantante Zahara de disponía a realizar un concierto en Toledo. Para anunciar el evento, se elegió el cartel que se adjunta, en el cual la desconocida artista aparece «disfrazada» de Virgen María -o su soez interpretación del atuendo de la Madre del Señor-, con un niño en el brazo izquierdo y una banda con la palabra puta, el título de su nuevo disco.

Las reacciones no se hicieron esperar. El partido político Vox en Toledo pidió la retirada del póster por ofensa extrema a la Virgen.

Y sus reivindicaciones fueron escuchadas, ya que la empresa anunciadora, con la previa petición del gobierno local, decidió quitar la publicación.

La polémica debería haberse zanjado con esta medida, pero lejos de ello ha emergido un nuevo enfrentamiento entre los católicos ofendidos y los defensores del cartel, quienes rebaten que ahora todo ofende a los cristianos y antes se permitía estas manifestaciones de «libertad de expresión».

Efectivamente, si se repasa las burlas y mofas con las que el sector más progresista del país ha bombardeado a los creyentes durante los últimos 40 años de Democracia, se deduce que en la mayoría de los casos, los cristianos han hecho caso omiso.

Esto se debe por supuesto al enorme complejo que viene arrastrando la Iglesia en y las tendencias políticas conservadoras en este país, que se ven constantemente amenazadas y reprimidas por la intolerancia del mismo progresismo dictatorial que busca imponer su discurso a toda costa.

Hay que reconocer que durante estas últimas 4 décadas les ha salido bien la jugada. Los cristianos callados y sin dar guerra, cargando con insultos y humillaciones constantes.

Pero ahora, en plena siglo XXI, con una Democracia que reclama libertad e igualdad para todos, los católicos empiezan a revelarse y a dar golpes en la mesa, respondiendo con la misma moneda.

La portada del disco de Alaska y Dinarama tuneando la piedad en los años 80 ya no tiene cabida. La orina lésbica que dirigió Almodóvar en «Pepi, Luci, bom» al son de una marcha de Semana Santa, tampoco. Por no hablar de las mofas en la revista francesa Charlie Hebdo o en la española «El Jueves», la ridiculización de la Pasión de Cristo en el Carnaval de las Palmas de Gran Canaria o el cartel de la manifestación valenciana contra la sagrada opresión donde aparecían dos Vírgenes besándose en la boca.

Los cristianos han dicho basta. Y por eso utilizan los caminos jurídicos y políticos necesarios. Digo bien. Jurídicos y políticos. Pues con sus defectos y virtudes como todas las formaciones que nos representan en cualquier parlamento, el partido Vox ha roto en pocos años con esa penosa «dictadura» que oprimía cualquier defensa pública de los sentimientos religiosos y los planteamientos conservadores.

Gracias a esta plataforma y a la toma de conciencia de los católicos ahora se evitan y/o denuncian experimentos de dudoso gusto que lejos de expresar libremente una opinión o dar rienda suelta a la creatividad, solo buscan ofender y con ello reventar la convivencia en paz de la sociedad.

Alejandro SigüenzaGente de Paz

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