El lunes falleció Esteban Reyes, un hombre bueno y campechano. Con la misma alegría trabajó 25 años como carnicero del Supermercado San Antonio que se entregó como pionero de los Rumberos de Monzón, fundó Brasileiros, el concurso de comidas típicas de mayo o promovió el Paseo Romero.
A Esteban Reyes lo encontrabas en cualquier estación del año y siempre te contaba que estaba preparando el vestuario de su comparsas Brasileiros, incluso cuando en las últimas ediciones peleó contra viento y marea para sacarla a la calle. Era un chicharrero de raza, un enamorado de Los Llanos, que décadas después de que el progreso dejara en el olvido su configuración, él pasaba casi a diario por los altares de El Toscal.
Gran conversador, este optimista nato dejó su impronta por donde pasar; muchos vecinos de El Toscal lo recordarán de la época que fue el carnicero del Supermercado San Antonio durante 25 años, si bien su faceta más conocida fue la fundación de Brasileiros, tras compartir junto a Manolo Monzón de aquellos Rumberos que salieron en 1965 de la recova.
El que fuera hasta el pasado lunes el comparsero más antiguo de cuantos se mantenían en activo llevó a Brasileiros a lo más alto del Carnaval, cuando a comienzo de la décadas de los noventa cosechó los primeros premios de Presentación de la mano del diseñador Juan Carlos Armas, que también fue era entonces el coreógrafo del grupo, y hasta presentó a su hija Loli como candidata a reina del Carnaval, un traje que logró entrar en la corte de honor por la espectacularidad y el garbo con el que desfiló. Donde la majestuosidad del traje parecía lanzar un pulso al vértigo, que se rindió al esplendor de los arcos de pluma que dieron forma a la recordada fantasía.
Pero Esteban era un nostálgico, y se negó a la profesionalización del Carnaval, por más que en las últimas ediciones tuviera que pagar algo si quería sacar a su comparsa. De ahí su preferencia en el desfile de Ritmo y Armonía como plato fuerte no solo del concurso de comparsas, sino del Carnaval, y eso que era un habitual de las gitanas de la Fufa.
Esteban Reyes es un patriarca del Carnaval; anónimo, pero pieza fundamental junto a referentes de la fiesta como Enrique González, Manolo Monzón, Pedro Gómez Cuenca… y miles de personas que han hecho grande las carnestolendas incluso antes de que se le pusiera el antifaz de Fiestas de Invierno.
Más que comparsero, Esteban Reyes era un parrandero, al que siempre se le podía localizar donde había una guitarra, especialista en dar sabor y olor con tantos guisos como los que cocinó en la sede de Brasileiros, porque en su local de ensayo, en la parte alta del mercado de La Salud, tenía que tener una cocina que le permitiera preparar sus esperados platos con los que acudía al concurso de comidas típicas que desde hace casi medio siglo se organizan en el marco de las Fiestas de Mayo.
Entre los últimos logros de Esteban, la reapertura de la ermita de San Telmo y la organización del Paseo Romero de la capital tinerfeña hace ya décadas.
Fue el mayor de cinco hermanos y desde los doce años se encargaba de tener preparada la comida a sus padres (que trabajaban, él en el puerto y su madre en una fábrica de tabaco) y a sus hermanos. Encontró así una de sus pasiones, que le valió que la exconcejala de Fiestas de Santa Cruz Ana Oramas lo enviara a un encuentro culinario en Valladolid; la otra cara del concursante del certamen de comidas típicas que acaparaba todos los premios.
Nacido el 28 de mayo de 1938, con doce años comenzó a trabajar en la Sociedad Cuatro Torres y ayudaba en baile. Con 16 años se vestía de Carnaval: “Los bailes estaban prohibidos. Y se celebraron en el Cuatro Torres en 1954, y allí fui con una bata de franela de las que usaban las mujeres para dentro de casa; tapado, con guantes y todo. Luego seguí saliendo con un grupo en la calle el Humo, que nos hacíamos la ropa nosotros y después fue cuando Manolo (Monzón) me habló de la comparsa”.
Esteban Reyes nació en El Palacio, una ciudadela grande que estaba donde hoy se localiza el TEA, antes de estar construido el puente Serrador, sin estar la recova inaugurada. Luego se mudó a San Sebastián número 38, a una casa de dos plantas: plaza San Sebastián, la calle del Humo, San Telmo, La Noria, el barranco. Se trasladó a Santa Clara y más tarde, a La Salud, y allí se casó, en 1970.
Ya en los Rumberos de Manolo Monzón, fue un componente avezado que se atrevió a marcar los pasos de baile, antes del desembarco de los coreógrafos.
Esteban era un entusiasta del Carnaval y de las Fiestas de Mayo, pero sobretodo de Santa Cruz y de sus barrios de El Cabo y Los Llanos. Cuando decía que era de “la quinta de La Mellada”, ya sabías que detrás venía una lección de historia de la capital de mitad del siglo pasado, rememorando a Pedrín, de El Toscal; El Guarapo, El Chileno, Carmencita La Reunida o La Chata, el poeta Benancero, Lorenzo La Petuda inseparable de su cachimba, o José Peíto con los que a buen seguro se ha reencontrado.
Humberto Gonar