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La Asociación cultural Amador de Frontera realiza talleres vinculados al carnaval tradicional, en los que invita a los vecinos a participar en la elaboración del “machango”, una tradición recuperada tras su prohibición durante el franquismo.

Se trata de una iniciativa que desarrollará diferentes talleres dirigidos al colectivo infantil y cuya propuesta principal será la confección y elaboración del “machango” que se paseará el próximo miércoles de ceniza con motivo del tradicional entierro de la sardina, y donde la participación de los niños y jóvenes resulta fundamental.

Los talleres tendrán lugar el sábado, 11 de febrero, de 17:00 a 19:00 horas en la Plaza Benito Padrón Gutiérrez, de La Frontera.

“Amador” invita a la participación vecinal en la preparación del tradicional entierro de la sardina de la localidad.

Ya en 2013 este colectivo cultural rescataba el tradicional entierro de la sardina en el Valle de El Golfo, gracias en gran medida a la recopilación de testimonios orales de las personas mayores del pueblo y la aportación “fundamental” del profesor de la Universidad de La Laguna Manuel Lorenzo Perera.

La Asociación cultural Amador hace una invitación a todos los vecinos a participar, tanto en la preparación como en la realización como en la conmemoración de esta festividad, “dando así continuidad a una de las manifestaciones del carnaval tradicional con el que cuentan nuestras islas”, apuntan desde el colectivo.

Tradicionalmente el entierro de la sardina pone fin al carnaval, un acto que culmina con la quema del “machango” (un muñeco con forma humana, hecha con ropajes viejos y relleno).

Se trata de una tradición casi olvidada que dejó de celebrarse a raíz de las prohibiciones impuestas por la dictadura franquista puesto que se utilizaba como medio de crítica “social, contra el poder, desaciertos de la religión oficial” según la información oral.

La sardina tenía apariencia humana, se rellenaba con basa de pino o con colmo y se forraba con costales, sacos o telas.

Algunos asistentes iban con su vestimenta habitual y otros iban de negro.

La comitiva lloriqueaba, cantaba y hacía sonar una música alborotadora con bocinas o bucios, golpeando una guataca, cacharros, sonar de las palmas de las manos y hasta algún tambor.

Así, tanto a la ida como a la vuelta, la bulla acompasaba la siguiente canción “la sardina se murió, jo, jo / Y la fueron a enterrar, jo, jo / Veinticinco palanquines, jo, jo / Un cura y un sacristán, jo, jo.”

A mediados de la década de los 80 del pasado siglo se retomó el entierro de la sardina pero de forma muy diferente, copiando manifestaciones de otras regiones.

La jornada acogerá otras propuestas como la confección de antifaces, un taller de pintacaras y otro de globoflexia, actividades realizadas por los voluntarios de este colectivo.

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