Los locales del entorno de la plaza Ingeniero Manuel Becerra , en Las Palmas de Gran Canaria, no ocultan que estos días de la celebración del Carnaval en la zona les ha permitido hacer caja. El aumento considerable de gente ha posibilitado el incremento de ventas respecto a los días laborables normales o los fines de semana. Tailuma, que regenta desde hace seis meses el local El Kirshe, que hace esquina con la calle La Naval; afirma que le ha ido muy bien, aunque no le han permitido acogerse a la ampliación del horario para aprovechar el negocio un poco más. Los dos bares cafetería anexos también aseguran que les ha ido bien en las ventas, y han mantenido su horario de siete de la mañana a nueve de la noche porque el personal «es el justo y también necesita descansar», explican.

Las trabajadoras reconocen que durante estas fechas de las fiestas de Carnaval han tenido más ventas. «Esta no es una zona comercial habitual y el flujo de gente ha sido importante y muy positivo», destaca Ana, una de las trabajadoras de la cafetería Tolón Tolón, quien añade que ha supuesto una oportunidad para dar a conocer su negocio, «aunque la gente no vendrá desde la otra parte de la ciudad a desayunar aquí, pero ahora sabe dónde estamos y lo que ofrecemos en nuestro establecimiento». Contra los beneficios de traer al Carnaval a esta zona, aprovecha para pedir que arreglen las aceras y que se le ponga «un poco de cariño» al barrio. El Like Bar también destaca de estos días de Carnaval que ha sido «un no parar».

Localizados en la misma línea, las tres tienen la misma queja. El vallado que rodea sus establecimientos y que obliga a la clientela a dar un rodeo para acceder a ellos. Señalan que no tiene sentido mantenerlo entre semana, cuando la zona recupera la normalidad.

Uno de los comerciantes ubicado cerca de la zona donde se celebra el Carnaval respeta la decisión del traslado de las fiestas a la zona de La Isleta porque sabe que es un beneficio y que «ha impactado de forma positiva en las cafeterías que están cerca», y coincide con las molestias que generan las vallas, «que no tiene sentido que estén entre semana porque afecta desde a la farmacia, a la tienda de deportes y a las cafeterías». Destaca que cambian las fiestas aquí «pero luego no quieren darle de comer al que lleva toda la vida sufriendo todo esto», a la vez que subraya que La Isleta «es un barrio que necesita actividad comercial porque todos los negocios se van del Castillo de La Luz para allá, al centro o la playa de Las Canteras, y si estamos para lo malo también debemos estar para lo bueno».

«Hemos visto más policía y seguridad que nunca, y eso se ha notado mucho»
Un poco más arriba de la plaza Manuel Becerra, en la calle Benecharo, está el hotel Puerto Canteras, el primero que abrió en esta zona de la capital. Su directora, Cataysa Moreno, afirma que el Carnaval ha tenido un impacto positivo en su alojamiento y su cafetería. «El fin de semana pasado llegamos al 100% de ocupación. De cara a este estamos ya en el 80% y seguro que volvemos a llenar con los mogollones».

Moreno señala que habitualmente trabajan con personal de las consignatarias y empresas del puerto, y ahora lo hacen con gente que trabaja o que viene a las fiestas. Sí echa de menos mayor limpieza, «no de basura o de restos que deja la gente en la calle, sino una limpieza con agua a presión», y asegura que no ha tenido estos días problemas de seguridad.

Otra cosa en la que coinciden todas es en que quieren dejar aquí las fiestas de Carnaval, por lo positivo para la economía del barrio, y porque además «hemos visto más policía y seguridad que nunca, y eso se ha notado mucho».

Pocas incidencias
En la calle, siguen los pros y los contras del Carnaval entre vecinos y vecinas. Valeria vive en uno de los edificios frente a algunos de los escenarios. Adelanta que los vecinos van a lanzar una petición para pedir que busquen otro lugar para el Carnaval para el año que viene «porque es un infierno para las personas de esta zona que trabajan el día siguiente». El volumen del sonido y los cambios de circulación que afectan a los residentes de la zona que trabajan fuera de ella son el centro de sus quejas, y pide que regrese al parque Santa Catalina.

En esa misma línea, unas calles más arriba, Enrique, camarero del bar Nino, en la calle Anzofe, asegura que «no estamos en contra del Carnaval, estamos en contra de la improvisación y la mala organización». Alejandro y Damba, clientes del local, comparten la opinión del tabernero, y añaden que han convertido el barrio en una ratonera de donde no se puede entrar ni salir, «además del volumen de los escenarios, que hace imposible dormir».

Pepín Quevedo y Pino Pérez dan su opinión desde la ventana de su casa terrera en la calle Tecén. Aseguran que el flujo de gente no llega hasta su calle, «aunque siempre hay algún joven que mea en el espacio entre los coches», pero señala que las calles más cercanas a la zona del Carnaval, donde tienen familares, «es horrible. Allí no hay quíen duerma porque tienen el escenario y los chiringuitos muy cerca». Pepín Quevedo, que en su momento lideró el movimiento vecinal contra la prostitución en la zona, reconoce que por su calle las incidencias han sido pocas.

José A. Neketán La Provincia - Diario de Las Palmas

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