Pocas sorpresas o novedades se incluyen en la propuesta de bases de cara al concurso de murgas del Carnaval 2023, dedicado a Nueva York, que la organización que dirige Alfonso Cabello ha hecho llegar a los representantes de estas formaciones. Para el público en general, las nuevas normas dan patente de corso al acuerdo in extremis alcanzado antes de verano, cuando se acordó una transición a mitad de camino entre un tema en fase y otro en final, como en el Carnaval de junio, o dar el salto al formato tradicional hasta el covid: dos en fase y dos en final.
Las murgas que participen en el concurso que se desarrollará del lunes 30 de enero al viernes 3 de febrero dispondrán de treinta minutos en las fases para ejecutar dos canciones, mientras que las ocho finalistas se la jugarán a un único tema el viernes 3, para lo que tendrán 20 minutos. No se arrastrará puntuación ni se permitirá repetir canción.
De resto, las bases evidencian el aprendizaje intenso al que las propias murgas han sometido al equipo de Fiestas, liderado por Alfonso Cabello y coordinado por el gerente, Guillermo Martínez, pieza clave a la hora de redactar unas bases que acotan los vacíos legales estableciendo límites y midiendo palabras que le dan un sentido trascendental a una simple frase.
Las bases no incluyen sorpresas e incorporan ajustes de chapa y pintura porque parecen más preocupadas en limitar el protagonismo creciente en las últimas ediciones del atrezo o los recursos ajenos a intencionalidad, crítica, humor y vocalización del repertorio. Tomando de referencia las bases del concurso de 2020, cada una podrá tener tantos figurantes en el escenario como componentes, para recordar que todos los integrantes deberán ser mayor de edad o haber nacido en 2005.
La organización incide en que «la actuación deberá desarrollarse en todo momento sobre el escenario», para heredar esta coletilla: «No se permitirá durante la actuación, ni a la finalización de la misma, bajar del escenario hacia el público, ni subir al escenario, suponiendo la descalificación».
Especial protagonismo cobra la tarima tras la polémica que se suscitó en el Carnaval de junio, cuando se bajó a 60 centímetros y se suprimió la barandilla de seguridad. En esta ocasión se redacta una base concreta y con lujo de detalles sobre su uso. «El OAFAR montará una tarima para la actuación a dos alturas (la primera a 40 centímetros y la segunda, a 80 de alto con barandilla perimetral) y con un ancho total de 14 metros».
Fiestas habilitará una estructura para montar un telón de fondo e impedirá ensamblar el atrezo
Y entra en las posibilidades técnicas que se brinda a las murgas: «Tras la citada barandilla, el OAFAR colocará una estructura –una especie de portería– para que las murgas interesadas puedan aportar una tela ignífuga, llegando a precisar que deberá medir 14 por 6 metros, aunque de superficie útil de proyección será 12 por 5 «que será colocada por el maquinista del espectáculo»; eso sí, cada murga interesada en su uso deberá comunicarlo y asumir el encargo y adaptación según las especificaciones técnicas en un plazo determinado. «No se permitirá, ni sobre el escenario, ni en otro lugar del recinto, la colocación o instalación de otra estructura o truss», «quedando sujeta su utilización a que técnicamente sea viable y compatible con los equipos existentes (en Fiestas)».
La organización también redefine qué entiende por atrezo: «elementos de mano o personaje» para sentenciar que «no podrán ensamblarse y emplearse para formar estructuras de mayor dimensión», eso ocurre igual en las cartulinas o hasta piezas metálicas de a metro que en el pasado llegaron a subir los componentes y que acabaron convertidas en estructuras escénicas; también se pone una altura máxima, al negar la posibilidad de formar una estructura vertical que supere los dos metros. Y de nuevo, todo bajo la aprobación de la dirección técnica y de seguridad que velará porque el atrezo no eclipse el repertorio.
Humberto Gonar