El consejero canario de Sanidad, el socialista Julio Pérez, se ha referido este miércoles en el Parlamento de Canarias al estudio preliminar que apunta que el episodio de calima que sufrieron las Islas el fin de semana del 21 al 23 de febrero contribuyó a contener el avance de la COVID-19 en el Archipiélago y que la celebración del Carnaval de Día en Santa Cruz de Tenerife ese domingo pudo representar “una forma de propagación” de la enfermedad entre la población, en especial entre los más jóvenes, que tienen más probabilidades de presentar cuadros asintomáticos o síntomas leves.

“Es una opinión científica y tiene el valor que tiene. No es verdad que ya esté demostrada” la vinculación entre la celebración de ese acto festivo en la capital tinerfeña, que congregó a decenas de miles de personas en las calles, y la mayor incidencia de la enfermedad en la isla en las semanas posteriores, ha manifestado Pérez, que ha añadido que su departamento ya ha encargado un estudio para analizar esa hipótesis.


La respuesta del consejero interino de Sanidad vino precedida de una interpelación del diputado de Coalición Canaria (CC) José Alberto Díaz Estébanez, que había hecho mención a ese informe y a unas declaraciones en el mismo sentido del científico canario Basilio Valladares, catedrático en Parasitología por la Universidad de La Laguna (ULL), para reprochar a Pérez que no haya admitido “ni un solo error” en la gestión de la epidemia de la COVID-19 en las Islas.

“Aprecio a Lluís Serra, a Antonio Sierra y a Beatriz González López-Valcarcel (tres de los firmantes del estudio preliminar), es una opinión que respeto y que estamos estudiando, pero usted la enarbola como si fuese la verdad. Aquí está mi tablet. ¿Y si no fuera el Carnaval y hubiera otras razones? ¿Cree que es sencillo? Aquí se ha equivocado todo el mundo, como decía el otro día (el ministro de Sanidad, Salvador) Illa”, ha aseverado Julio Pérez.

El mencionado artículo, que ha sido enviado a la revista científica International Journal of Environment Research and Public Health y que está pendiente de revisión, analiza el impacto de ese episodio de calima, el peor registrado en Canarias en las últimas cuatro décadas, en la propagación del coronavirus en las Islas. El propio estudio admite que en esas fechas la epidemia de COVID-19 no era percibida aún como el problema de salud pública en el que se acabó convirtiendo.

Uno de los supervisores del estudio, Lluís Serra-Majem, aseguraba esta misma semana en una entrevista en Radio Marca Tenerife, a raíz de la publicación del contenido de ese informe en Canarias Ahora, que la calima de esos días “fue como una especie de confinamiento”, ya que obligó a la ciudadanía a quedarse recluida en sus casas para evitar los efectos nocivos del polvo en suspensión procedente del Sáhara, que alcanzó unos niveles de contaminación muy por encima de los fijados por las autoridades sanitarias dentro de los límites diarios para la protección de la salud humana. La incidencia fue mayor en las islas de la provincia oriental (Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote y La Graciosa) que en Tenerife, la única isla que mantuvo la celebración de los actos festivos programados en el Carnaval para el 23 de febrero.

“El Carnaval (de Santa Cruz de Tenerife) pudo ser uno de los factores (para explicar la diferencia de casos entre Tenerife y Gran Canaria), pero no el único. En epidemiología es muy difícil establecer una única razón”, dijo en esta entrevista Lluís Serra-Majem. El catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), portavoz del comité científico asesor del Gobierno regional durante la crisis del coronavirus, explicó que, a partir del análisis de variables como los vuelos o el número de turistas, se puede explicar las diferencias entre Tenerife, que concentra casi dos de cada tres casos de la enfermedad en el Archipiélago, con el resto de islas.

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