Quedan cinco meses para que Las Palmas de Gran Canaria inaugure su carnaval. De un vistazo parece mucho tiempo todavía, pero en la lógica de los que se tienen que enfocar en la organización de una de las fiestas más importantes de la ciudad se antoja breve. Todo eso sin que se haya todavía concretado oficialmente el espacio en el que se va a concentrar la fiesta el próximo año, edición condicionada por la necesidad de abandonar el parque de Santa Catalina –su casa desde 1995– por el paso por la zona de las obras de la MetroGuagua, que en la sorna de la ciudadanía de la capital viene a ser lo que la Sagrada Familia fue para la de Barcelona.

Carnaval itinerante busca casa. Y es que aunque consolidado durante ya más de un cuarto de siglo en Santa Catalina, epicentro de la fiesta y sede de faraónicos escenarios, ha ido mudándose por toda la ciudad desde el retorno de las fiestas tras la dictadura en 1977.

Hoy el parque es la casa del carnaval, aunque haya ido apagándose la llama de las noches largas y los chiringuitos metálicos, la chispa extinguida del carnaval que se ilumina cuando se apagan los focos de su escenario principal. El poder de la calle. Hasta llegar a Santa Catalina la fiesta se concentró en la plaza de Santa Ana o el Teatro Pérez Galdós, lugares simbólicos a los que ha vuelto en alguna ocasión para los pregones o aquel intento fallido de paliar la pandemia.

Pero también tuvo momentos ciudad arriba, como en los tiempos del complejo deportivo López Socas, o volviendo al escalón inferior para estar a ras de césped cuando la Grada Curva se abarrotaba para las finalísimas del concurso de murgas.

El parque no se discute aunque ahora sea condenado a despedirse –quién sabe si provisionalmente– de su fiesta favorita. Pero la realidad se impone y se piensa en emplazamientos alternativos como el aparcamiento intermodal de El Rincón.

El retorno
Cuentan los libros de historia que el primer carnaval en la ciudad se celebró en 1521, impulsado por la comunidad genovesa que se había radicado tras la Conquista en la isla. En sus distintas formas, a lo largo de los siglos, fue arraigando como una fiesta esencial para la ciudadanía isleña. Eso fue interrumpido por la represión franquista, que prohibió su celebración hasta, una vez enterrado Franco, su retorno en 1977. Hubo antes carnaval en Las Palmas de Gran Canaria que elecciones generales en España.

Aquel regreso fue impulsado desde La Isleta y allí quedó. Aunque la gala de la reina se celebró en el Pérez Galdós, fue el Castillo de La Luz y su entorno el espacio físico en el que se concentró la algarabía durante aquel primer y modesto carnaval. Incluso el primer cartel anunciador de la fiesta destaca en grandes letras La Isleta antes que el nombre de la ciudad.

En los jardines del Castillo comenzó la leyenda de Los nietos de Kika y su histórico director Tomás Pérez. Y desde allí se fue expandiendo, gracias al ímpetu de Manolo García y sus colaboradores del Patronato, una fiesta que paraba toda la ciudad y a la que una sucesión de acontecimientos le ha ido relegando de su papel prevalente en el calendario festivo de la isla.

Fueron tiempos en los que, no obstante, el carnaval de Las Palmas de Gran Canaria fue impregnando el resto de la ciudad. Prácticamente allá donde había una plaza actuaban murgas y comparsas. Los Caribe dejaban una estela al ritmo de sus pasos de baile, comparsa pionera y factoría de carnaval. Y así en cada barrio se sentía que la fiesta les pertenecía.

Cada vez más asentando en un espectáculo totémico y televisivo al carnaval de Las Palmas de Gran Canaria necesita de grandes espacios para poder desplegar su espectáculo. Espacios, a su vez, icónicos dentro del relato de la ciudad. Eso se ha complicado tras la obligada mudanza de Santa Catalina y el urbanismo constreñido que se ha desarrollado a lo largo de décadas en la ciudad.

El desastre
El carnaval de Las Palmas de Gran Canaria se ha permitido algunos acercamientos tímidos a Las Canteras, tal vez la postal preferida de la ciudad. En la actualidad se realizan acciones como el Carnaval al sol o actuaciones de murgas. En una ocasión fue la sede de aquella gala que pasó a la historia por su desastre escénico, con personajes como Ramoncín, Marta Sánchez, Florinda Chico o Guillermo Montesinos.

El emplazamiento de aquel día negro del carnaval de 1994 fue el entorno de la plaza de Saulo Torón en el corazón de la playa. Fue el año previo a la mudanza al parque de Santa Catalina y un lugar en el que las cosas salieron realmente mal.

Aquella ubicación coincidió con una de las primeras emisiones de la fiesta en el canal internacional de Televisión Española y con aquel emplazamiento se quería exportar la imagen de Las Canteras como bandera turística de la ciudad.

Santa Catalina ya es el lugar reconocible. En ese antiguo epicentro de una ciudad viva y cosmopolita, el parque se convirtió en la sede del escenario principal. Su ubicación también ha estado cercada por los constantes problemas de convivencia entre las fiestas populares de la ciudad y las denuncias de los vecinos.

Ahora, unas obras eternas, obligan a una mudanza que muchos carnavaleros no deseaban. Y la búsqueda de un nuevo emplazamiento para la próxima edición abre otra página en la historia del carnaval de la ciudad, una fiesta itinerante que se propaga por la ciudad.

David Ojeda Canarias7 - Noticias de última hora en Canarias

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