El Libro Guinness de los Récords 1988, en su página 184, y en el epígrafe baile, dice textualmente lo siguiente: “El baile de Carnaval en el que se han concentrado más personas tuvo lugar el 3 de marzo de 1987 en Santa Cruz de Tenerife, Canarias (España). 240.000 personas se reunieron en un área de 60.000 metros cuadrados, bailando y escuchando la música de Celia Cruz y la orquesta Billo’s Caracas Boys. La zona fue sonorizada por 65.000 watios y con efectos luminosos y espectaculares, incluido un rayo láser. El extraordinario decorado, junto con la masiva asistencia, lo convirtieron en el mayor baile de Carnaval de España y Europa”.

Ocurrió en domingo, a la una de la madrugada. Allí, en la calle, en los aledaños de la Plaza de España, tirabas confetti al aire y no podía caer al suelo. Y es que, como el pasado año -o más, a pesar de la lluvia que luego desapareció- allí no cabía ni un alfiler… A primeras horas irrumpió en uno de los escenarios ubicados en la Plaza de España el anunciado conjunto de La Década Prodigiosa. Muchos, muchísimos de los que nos encontrábamos en el Casino, fuimos alertados: ¡Salgan al balcón para que vean algo increíble! Y salimos. ¡Qué visión! En uno de los aquellos abarrotados balcones nos dimos cuenta, con evidente sorpresa, que allá abajo, donde el pasado año se había batido un récord de baile, se podía estar batiendo, ahora, otro récord de audiencia musical. El público, modélicamente apiñado, increíblemente unido, con los brazos en alto, solícito a la invitación del conjunto de batir palmas, ofrecía un bellísimo espectáculo de vitalidad, de alegría, de movimiento acompasado, no de danza, pero sí de sonido y de color, todo ello presidido por aquel ciclópeo King Kong de oscilante cabeza y mirada entre dulce y escrutadora.

¡Qué pueblo para la diversión colectiva! ¡Qué solidaridad en la risa y en la sonrisa! Tenemos que sentirnos muy orgullosos de que este pueblo, de que esta Isla sepa divertirse, sepa alegrar sus corazones, imbuida en ese espíritu sano y comunicativo que pregona cuando sus rostros, vestimentas y gestos se transforman con el vocablo Carnaval, que no es precisamente ave de paso sino que algo que siempre se ha llevado muy enraizado en Tenerife. Tenemos, en efecto, que sentirnos muy aliviados en contemplar ese milagro de convertir paro y crisis en imaginación y alegría, tándem que, circunstancialmente, erradica angustia y depresión.

En las primeras horas de la madrugada del domingo, día 21, y desde los balcones del Casino, tras aquellas inolvidables vivencias rubricadas con la tinta luminosa del láser que, con intermitencias, convertía núcleos del público en protagonistas de candilejas; desde aquella estratégica atalaya, repetimos, intuimos otro récord, ¡qué lástima!, será difícil homologar porque surgió inopinadamente, como la hazaña de aquel corredor que establece un récord sólo para los presentes al estar ausente el cronómetro oficial.

Sí; allí se batió, indudablemente, otra cota, no de baile, sí de una especial audiencia a nivel europeo; si dándole otra ojeada al citado Guinness nos detenemos, por ejemplo, en donde dice que la mayor audiencia comercial atraída por un solo artista se elevó a 175.000 personas aproximadamente en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, el 26 de enero de 1980, para oír a Frank Sinatra. Jean-Michel Jarre actuó ante 1.300.000 personas en el centro de la ciudad de Houston, el 5 de abril de 1986, en un concierto de entrada libre.

Fueron récords de “audiencia comercial” y “concierto de entrada libre”. ¿Cómo se podría catalogar lo que se nos ofreció La Década Prodigiosa ante una audiencia que jamás olvidarán sus componentes, que sobre el escenario se contagiaron de esa especial solidaridad en la diversión, en la risa y en la sonrisa, que tiene el pueblo tinerfeño, que también se merece la máxima cota?

Antonio Salgado Pérez Diario de Avisos

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