El pasado febrero de 2020 fue el último que Tenerife disfrutó de su Carnaval en la calle. La aparición del primer caso de Covid-19 en La Gomera y posterior propagación del virus, convertido ya en pandemia mundial, han hecho que miles de festejos hayan sido cancelados o trasladados para evitar así un nuevo aumento de contagios.

El Carnaval de Tenerife no podía ser menos, pero es que tampoco fue una fiesta como la de cualquier otro año. El pasado 2020 Tenerife se tiñó de marrón por la presencia de la peor calima que se recordaba en cuatro décadas. Los días 22 y 23 de febrero Canarias se vio obligada a cerrar su tráfico aéreo por falta de visibilidad. Y es que miles de toneladas de polvo en suspensión se depositaron en las Islas, provenientes de cuatro principales “fuentes”: la depresión de Bodelé, en el Chad; la franja del Sahel, Mauritania y el Sahara Occidental.

Los tres principales aeropuertos del Archipiélago; Gando, en Gran Canaria, Tenerife Norte y Tenerife Sur. Aquel domingo se vieron afectados más de 25.000 pasajeros de 230 vuelos, entre desvíos, cancelaciones, operaciones no culminadas o vuelta al punto de origen cuando ya estaban rumbo a Canarias.

A pesar de que los expertos aconsejaron no continuar con a celebración de las carnestolendas, la comisión mixta, encabezada por la alcaldesa Patricia Hernández, y en la que participan los concejales de Servicios Públicos -José Ángel Martín-, Seguridad Ciudadana -Florentino Guzmán Plasencia- y Fiestas -Andrés Martín Casanova-, así como los responsables técnicos de cada área, decidieron mantener las actividades previstas el domingo 23 de febrero, celebración del Carnaval de Día. Según se acordó en dicha reunión, en términos de seguridad para las personas, lo más adecuado era mantener la celebración, ya que suspenderlo ” podría suponer un mayor riesgo para todos ellos, ya que muchas personas tratarían de marcharse a sus casas y eso añadiría problemas a la movilidad en las carreteras de la isla”.

La casualidad hizo que aquellos días también se sucedieran en Tenerife una veintena de puntos de incendio, coincidiendo con las altas temperaturas asociadas a la calima y los fuertes vientos que azotaron al Archipiélago en la misma fecha. No obstante, los municipios de La Orotava, Santa Úrsula, Los Realejos y Puerto de la Cruz fueron los más afectados por las llamas durante aquel domingo, en pleno episodio de calima. Miles de vecinos fueron desalojados y varias carreteras tuvieron que ser cortadas por la agresividad de las llamas.

La mezcla de viento y fuego generó, en cuestión de horas, una sucesión de incidentes que desbordó todos los dispositivos y obligó a los ayuntamientos afectados a dejar de atender cientos de avisos por viento para centrarse, en exclusiva, en apagar las llamas que el viento no dejaba de avivar y de propagar.

Santa Cruz, principal punto de celebración del Carnaval, envió entonces a un subgrupo de la Unipol, 16 agentes; además de dos vehículos contraincendios de la agrupación de voluntarios de Protección Civil, con seis efectivos y un técnico. Además, se prescindió de las cuatro dotaciones del Consorcio de Bomberos de Tenerife que prestaban servicio en el dispositivo del Carnaval santacrucero, cubriendo dicha situación con personal municipal de Protección Civil.

Pero la continuidad de la celebración no estuvo exenta de polémica. El Gobierno local de la capital, formado por el PSOE y por Ciudadanos, recibió críticas por haber mantenido la fiesta a pesar de la calima, mientras que el fuerte viento afectaba a municipios del Sur y del Norte de la Isla, y también se producían varios conatos de incendios en el Norte. “Algunos de los responsables políticos que criticaron nuestra decisión de no suspender el Carnaval estaban bailando en la capital e, incluso, familiares de responsables políticos de municipios del Norte en los que la situación se estaba descontrolando”, llegó a señalar la entonces alcaldesa de la capital chicharrera, Patricia Hernández (PSOE).

Hernández fue especialmente dura con el expresidente del Cabildo, el nacionalista Carlos Alonso, que primero acusó al Ayuntamiento de Santa Cruz de “falta de solidaridad” y después, cuando se enviaron efectivos, de poner en riesgo la seguridad de los carnavaleros. La regidora chicharrera tachó sus comentarios de “rastreros” y apuntó que parecían estar escritos “desde la barra de un bar”. Asimismo, recordó que en anteriores mandatos se han celebrado Carnavales con alertas por tormenta eléctricas. “Pero parece que hiciésemos lo que hiciéramos, estaba mal”, agregó.

La regidora admitió tras la polémica que cancelar el Carnaval el sábado por la noche fue una decisión “muy difícil” pero acertada porque apenas hubo incidentes, a pesar de que había anunciado un temporal de viento. En este sentido, indicó que se actuó conforme a informes técnicos y las instrucciones del Gobierno de Canarias, con cuatro llamadas del presidente de Canarias y otras cuatro al concejal responsable del área de Seguridad.

Respecto al Carnaval de Día, aclaró que la decisión de mantener el festejo se tomó a las siete de la mañana, después de haber mantenido reuniones incluso la noche anterior, y aseguró que no se recibió ninguna alerta sanitaria respecto a la llegada de grandes masas de polvo en suspensión.

La alcaldesa señaló, además, que no hubo ningún técnico ni del Ayuntamiento ni del Cabildo que sostuviera que hubiera que suspender el Carnaval de Día una vez ya se estaba celebrando, pues ya había en la ciudad “miles de personas y seguían llegando todavía más”. En su opinión, una cancelación hubiese supuesto un “caos” de seguridad y tráfico y hubiera generado más problemas .La regidora aseguró también que, a pesar del envío de recursos al norte de la isla, en ningún momento se produjo una merma de seguridad que pusiera en riesgo la obligación de atender cualquier contingencia.

Reiteró que el Ayuntamiento habló con el Gobierno de Canarias y “nunca” hubo una recomendación institucional respecto a la calima, sí del viento, aunque el máximo previsto era de 20 km/h, quedándose incluso por debajo, lo que hizo que se concentrara más polvo en suspensión por la tarde; pero en ningún momento ninguna administración pública dijo que se suspendiera el Carnaval, tampoco por la mañana, aseguró Hernández. Por esto, Hernández exigió al Ejecutivo regional que creara un “protocolo de actuación” para la calima, como los que existen para lluvias intensas, fuertes vientos o tormentas eléctricas, el cual esté formado por expertos en salud pública y de calidad del aire. “Debe existir un protocolo para situaciones de calima para que las administraciones sepamos cómo actuar en estos casos más allá de las recomendaciones individuales. Y es que ya no estamos hablando de casos puntuales, pues la llegada de grandes masas de polvo en suspensión se seguirá produciendo”, llegó a comentar la alcaldesa.

Por su parte, el Gobierno canario replicó que, una vez que las administraciones locales conocen las alertas existentes y “las recomendaciones del Gobierno de Canarias, a través de sus planes municipales de seguridad y de sus equipos técnicos, las que tienen que tomar las decisiones oportunas sobre las medidas que deben llevar a cabo para garantizar la seguridad de las personas. “El Ejecutivo no tiene que hacer recomendaciones concretas a los ayuntamientos. Desde el sábado hasta el martes, el Gobierno declaró una alerta conjunta para todo el Archipiélago, que incluía vientos, fenómenos costeros y calima. Y a raíz de esta, cada administración toma las decisiones que crea. El Ayuntamiento de Puerto de la Cruz, por ejemplo, decidió suspender todo el Carnaval En el caso de Santa Cruz de Tenerife, se tomaron dos decisiones, primero suspender el Carnaval el sábado por la noche y luego mantenerlo el domingo durante todo el día. Su propio plan de emergencia menciona como riesgo la existencia de polvo en suspensión. Es un riesgo sanitario, para el que no es preciso que el Gobierno haga recomendaciones adicionales o complementarias. Nosotros no entramos en valorar si se tomó la decisión adecuada, pero no sé qué exactamente echa en falta la alcaldesa”, comentó el portavoz del Ejecutivo.

Aunque en aquel entonces en la isla se contaban con unos pocos casos de coronavirus, el pico de aumentos de casos positivos que hubo pocos días después se asoció, en un primer momento, a la aglomeración descontrolada de personas celebrando el Carnaval en la calle. La idea tomó más fuerza cuando se confirmó que el número de casos había aumentado llamativamente en Tenerife y no en Gran Canaria, en cuya capital sí fueron suspendidos los carnavales. En concreto, la incidencia acumulada por 100.000 habitantes se situaba en 132 casos en Tenerife, mientras que en Gran Canaria era solo de 56. La pregunta que muchos se hicieron a este respecto fue: ¿Cómo es posible que dos islas con casi la misma población, igual de abiertas al exterior y volcadas ambas en el turismo tuvieran tasas de contagio de coronavirus durante el primer estado de alarma tan diferentes?

Según una tesis desarrollada en la revista Gaceta Sanitaria por ocho investigadores de las Universidades de Las Palmas de Gran Canaria, La Laguna y Milán, la cancelación de las fiestas en una isla y en otra no puede explicar que la pandemia de coronavirus comenzara en Gran Canaria en tasas situadas en menos de la mitad que las de Tenerife. La tesis puso el foco en el carnaval como diseminador de los contagios, una conclusión que suscitó una importante polémica en la capital chicharrera. Lluis Serra-Majem, portavoz del comité científico del Gobierno de Canarias, quien también participó en el desarrollo de dicho estudio, aseguró que el trabajo no pretendía generar polémicas, «sino en todo caso ayudar a cerrarlas». Reconoció a su vez que desde que se dieron a conocer las conclusiones de la tesis, algunos investigadores habían recibido «presiones», porque, según dijo, el equipo de gobierno municipal que encabezaba la alcaldesa de Santa Cruz en aquellas fechas, Patricia Hernández (PSOE), se lo tomó como «un ataque a su autonomía».

No obstante, el trabajo intentó centrarse en los turistas que habían entrado en aquellos días a las dos islas para dar explicación a una potencial vía de llegada de contagios desde el exterior. En febrero, señalaron, Tenerife recibió más turistas que Gran Canaria (528.872 frente a 387.431 turistas), pero sobre todo más viajeros de países donde las tasas de coronavirus en aquel momento eran más altas: Bélgica, Italia y el Reino Unido.

Este trabajo sostiene que el carnaval fue una vía de diseminación de contagios. Santa Cruz de Tenerife lo celebró de forma masiva durante el puente del sábado 22 al martes 25, Las Palmas de Gran Canaria lo retomó una semana después, el sábado 29.

Desde su punto de vista, eso provocó que la propagación del virus en Tenerife se adelantara, con un alto volumen de asintomáticos, mientras que en Gran Canaria el tiempo de incubación hizo que los contagios del carnaval de su capital casi se manifestaran cuando se decretó el estado de alarma en España y todo el país quedaba confinado en casa.

De lo que no cabe duda es de que la calima de aquel febrero de 2020 se llevó consigo también la celebración del Carnaval en la calle. Desde entonces y cuando se acerca la fecha de su celebración, muchos carnavaleros miran con nostalgia al lugar donde guardan sus disfraces. Pronto, piensan a modo de consuelo, llegará el momento de desempolvarlos y volver a disfrutar de la fiesta más popular.

Raquel P. Capote eldia.es

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