La resaca de la pasada edición del carnaval de Las Palmas de Gran Canaria sigue dando dolor de cabeza al Ayuntamiento, que se enfrenta a una nueva reclamación que se encamina hacia los juzgados por su celebración en el entorno del Puerto. Vecinos de la zona han planteado una demanda colectiva en la que piden al gobierno de la ciudad una indemnización de 650.000 euros por los «daños y perjuicios» que ocasionó en ellos la celebración de la fiesta los pies de su casa.
En un escrito que el pasado mes de mayo tuvo entrada en los canales oficiales del Ayuntamiento, 13 residentes en el entorno portuario exigen que se les compense por la convivencia forzada con el carnaval a la que se vieron sometidos entre el pasado 25 de enero y el 18 de febrero.
En concreto, el texto presentado por el letrado Roberto Orive, hace la suma de cada uno de los reclamantes y pide 2.000 euros por cada uno de los días que se celebró el carnaval de Las Palmas de Gran Canaria en este emplazamiento a nivel individual. Sumando los días de celebración cada uno, si el Ayuntamiento atendiera la reclamación, debería recibir unos 50.000 euros. Unos 650.000 euros en total.
El siguiente paso de los vecinos parece encaminar, una vez más, a la fiesta principal hacia la Ciudad de la Justicia de Las Palmas de Gran Canaria, donde se ha escrito la crónica reciente de demasiadas derrotas.
En su demanda, los vecinos del Puerto, que conviven con otros demandantes por la misma razón pero con otra representación legal, señalan que la celebración este año de la fiesta bajo sus ventanas fue la causa de «daños materiales, morales y personales». E instan a la organización de la fiesta a no volver a acudir a su entorno para celebrar las carnestolendas.
En el escrito, además, se habla de la cancelación de la fiesta en su presente edición y en el emplazamiento escogido. Algo que queda desactualizado meses después de que el carnaval pasara por el Puerto con un balance positivo, según la valoración final del gobierno de la ciudad.
Lo cierto es que el emplazamiento portuario al que recurrió el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria fue una medida de urgencia para una fiesta sin sede fija. El retraso de las obras de la MetroGuagua provocó que el parque de Santa Catalina, su casa durante un cuarto de siglo, fuera inutilizable. Tras una búsqueda desesperada por un nuevo lugar donde domiciliar la fiesta, el Ayuntamiento acabó encontrando un acuerdo provisional con el Puerto para establecer en la antigua explanada de los tanques de la BP el escenario principal, lo que llevó luego a propagarse la fiesta por la plaza de Los Patos y la de Manuel Becerra.
Ese emplazamiento siempre generó polémica, especialmente por la conflictividad que supuso el traslado del carnaval a este lado del istmo.
Desde los primeros días La Isleta se colapsó, con atascos en casi todas sus vías de salida; esta es una zona que a su vez se encuentra sometida a las obras de la propia MetroGuagua desde Eduardo Benot hasta Juan Rejón. Lo que supuso un mayor galimatías para los conductores que se quedaban aprisionados tanto a la entrada como a la salida del barrio, especialmente los días de grandes masificaciones en torno al escenario principal, porque esto conllevaba el cierre de la rotonda de Belén María.
Aunque muchos vecinos se manifestaron en contra de la celebración de la fiesta en esa zona –algunos recogieron incluso firmas para tratar de impedirlo– desde el Ayutamiento de Las Palmas de Gran Canaria siempre se trasladó que el sentir mayoritario del barrio era de aceptar de buen grado lo que se vendió como un retorno de la fiesta mayor de la ciudad al barrio que la vio nacer a finales de la década de 1970.
Sin embargo, no todos quedaron conformes y plantan una nueva batalla que dejará mermada algo más una fiesta amada por la ciudadanía pero que nadie quiere en su portal.
Una fiesta en permanente conflicto
La ciudad había encontrado la casa del carnaval en Santa Catalina. Costó acomodarse, incluso las murgas en sus letras rogaban volver al Estadio Insular. Pero aquello no solo se superó, el parque se convirtió en el escenario favorito de los carnavaleros.
Las obras de la MetroGuagua han conseguido lo que no lograron del todo los vecinos de la calle de Simón Bolívar con sus denuncias, expulsar a la fiesta del espacio en el que se habían desarrollado por un cuarto de siglo.
Nadie quiere al carnaval, que sigue a la búsqueda de sitio aunque Inmaculada Medina, edil de la fiesta, tiene claro que desde que las circunstancias lo permitan debe volver a Santa Catalina como campo de operaciones.
En las próximas semanas se dará a conocer cuál es el espacio que acogerá la fiesta en su próxima edición, que tendrá como motivación los Juegos Olímpicos. El entorno de El Rincón parece uno de los lugares con más posibilidades, teniendo en cuenta que la incidencia de la fiesta entre vecinos será menor que en otros lugares de una ciudad empeñada en expulsar de sus calles la celebración.
Cuando el carnaval de Las Palmas de Gran Canaria volvió a aterrizar en Vegueta, con su multitudinario carnaval de día, las denuncias de los vecinos también acabaron por cortarle las alas en el núcleo fundacional de la ciudad.
Ahora está en marcha esta batalla con los vecinos del Puerto, aunque con las obras de Belén María a un paso de comenzar está claro que allí no se volverá el año que viene.
David Ojeda