El carnaval de Las Palmas de Gran Canaria, una celebración reconocida internacionalmente, vuelve a generar controversia este año. En un ciclo de reacciones que parece inevitable, la alegría de la fiesta se ve empañada por las voces que se alzan en contra de los ruidos y las molestias que ocasiona.

La tradición de celebrar el carnaval en la ciudad ha llevado a que las quejas de los vecinos surjan con la misma intensidad que el fervor festivo. Este año, la comunidad de La Isleta, junto con los residentes de la zona del Puerto, ha comenzado a organizar una manifestación para solicitar un cambio en la ubicación de los eventos, buscando recuperar la tranquilidad en sus calles durante las festividades.

Juan José López, uno de los líderes del movimiento de resistencia, ha estado a la vanguardia de la protesta. El año pasado, él y otros vecinos presentaron una denuncia formal contra el carnaval, y ahora están decididos a hacer que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria reconsidere su enfoque. “Queremos que se busque un lugar donde se pueda celebrar la fiesta sin que afecte la vida cotidiana de los vecinos”, sostiene López.

La concejala de Carnaval, Inmaculada Medina, anunció recientemente los lugares definitivos donde se llevarán a cabo las festividades, que incluirán espacios en el parque de Santa Catalina y la plaza de Manuel Becerra. Sin embargo, los organizadores de la protesta advierten que el aumento del ruido y las dificultades de movilidad en el barrio podrían ser aún peores que el año anterior.

Los residentes expresan su preocupación no solo por la falta de descanso, sino también por la posible imposibilidad de acceder a sus hogares o recibir servicios de emergencia en caso de una crisis. “Si hay una emergencia, las principales vías de acceso estarán bloqueadas”, advierte López, quien enfatiza la necesidad de una planificación más adecuada para estos eventos.

La comunidad también ha notado un cambio en la estrategia del Ayuntamiento, que a su juicio, busca evitar las manifestaciones al alterar los lugares de celebración. “Parece que están intentando ganar tiempo para que la gente se olvide de las quejas”, comenta López.

No son solo los habitantes de La Isleta quienes han manifestado su preocupación. Otras zonas, como la calle Eduardo Benot, también han comenzado a organizarse para expresar su descontento con las festividades. Con una creciente movilización entre los vecinos, el carnaval de este año podría enfrentarse a un descontento más amplio de lo que se esperaba.

En un contexto donde el carnaval es sinónimo de alegría y festividad, es evidente que la búsqueda de un equilibrio entre la celebración y el bienestar de los residentes se vuelve cada vez más urgente.

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