El alcalde de la capital grancanaria, Augusto Hidalgo, anunció hace unos días que se retrasan dos semanas el Carnaval y que este año no será de calle, por la pandemia. Las actividades quedarán reducidas a las distintas galas. Dijo que se llevarán a cabo porque la seguridad en las actividades culturales, desde que arrancó esta situación sanitaria, está más que demostrada. Hasta el momento –confiemos en que siga así– no se ha contabilizado ni un solo brote en un espectáculo cultural, fruto del buen hacer de los asistentes y de los medidos protocolos impuestos.

Pero el carnaval y sus galas son otra cosa. No lo digo de forma despectiva, ni siquiera atendiendo a cuestiones tan subjetivas como la calidad de lo que se ofrece. Existe una cuestión que diferencia ambas realidades:los protagonistas mayoritarios en los espectáculos carnavaleros no son profesionales, son amateur. Se ganan la vida –con todos mis respetos, por supuesto– con sus respectivos oficios, lo que en una situación como la actual hace inviable lo de los grupos burbujas y un mayor aislamiento social, que buena parte de los profesionales culturales llevan a rajatabla. Así y todo, los contagios están obligando a múltiples suspensiones, sobre todo durante esa sexta y maldita ola. En los ensayos sobre el escenario y antes de las galas se les realizarán los controles pertinentes. Pero lo que hagan antes es una incógnita y ya sabemos cómo actúa este virus. Entiendo, pero no comparto, las ganas del Ayuntamiento por llevar a cabo este carnaval. Claro que a mi puerta no tocan estómagos agradecidos disfrazados de supuestos carnavaleros…

Victoriano Suárez Álamo Canarias7

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