La larga sombra del director y fundador de la murga ‘madre’ de Canarias, Enrique González Bethencourt, eclipsó el ejemplo que supuso para las ocho islas el nacimiento de este grupo de Carnaval en Tenerife, nexo de unión de aquella tripulación del cañonero ‘Laya’ que desembarcó en Santa Cruz en 1917 con el género estrella del Carnaval. Gracias a la ‘Fufa ‘hoy hay concurso de murgas infantiles y Entierro de la Sardina.

La Ni Fú-Ni Fá, la primera murga del Carnaval de Tenerife que se registró como asociación hace 60 años
«Santa Cruz de Tenerife no se entendería sin el Carnaval de la misma forma que el Carnaval no se entendería sin la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá». Así define Pedro Mengíbar, presidente del Aula de Cultura del Carnaval la capital tinerfeña, la influencia de la murga madre de Canarias, la herencia que dejó su director y fundador, Enrique González Bethencourt, a esta fiesta declarada de Interés Turístico Internacional desde 1980.

Ramón Guimerá Peña, historiador del Carnaval del Archipiélago, pone en valor la labor realizada por el maestro, como se recuerda a Enrique González, máximo exponente de una generación que sirvió de vínculo con la fiesta de la máscara que gracias al desembarco de parte de la tripulación del buque cañonero Laya sembró el embrión de un género inédito hasta entonces en las carnestolendas chicharreras, donde la supremacía en los géneros lo abanderaban las rondallas, un número exclusivo de Santa Cruz de Tenerife.

A mitad de camino entre 1917, cuando salen los marineros del Laya, hasta 1961, cuando se celebra el primer concurso de murgas en la capital tinerfeña, este género gana adeptos entre vecinos de barrios populares de la capital, como El Cabo, Cuatro Torres, Los Llanos y El Toscal, donde se vincula a El Flaco, o El Chucho de Valleseco.

De la mano de Enrique González la murga tiene un intento en 1935, cuando con un grupo de amigos constituye una murga infantil más como un juego de niños bajo el nombre de Los Guanchis, para en 1954 salir en el Carnaval prohibido como una banda de música cuyos integrantes llevaban unos enormes bigotes que les valió el sobrenombre de Los Bigotudos. Era la antesala de lo que estaba por llegar.

Tanto Pedro Mengíbar como Ramón Guimerá valoran el esfuerzo por acercar el Carnaval cuando estaba prohibido, y es precisamente Enrique González uno de los artífices de dar un impulso para que las autoridades de la época hicieran la vista gorda y permitieran su celebración.

El recordado médico Enrique González, en su biografía del obispo Domingo Pérez Cáceres, recuerda la coincidencia de la inauguración de la Basílica en honor de la Patrona de Candelaria en la Villa Mariana y el agradecimiento del prelado que, a la sazón, era güimarero y conocedor de las costumbres y el ímpetu de la población por recuperar el Carnaval.

González Bethencourt, aparejador de profesión, participó también en el equipo del arquitecto que dirigió la obra de la Basílica, José Enrique Marrero Regalado, y se le atribuye también que diera la murga con el rescate del Carnaval. Cuenta el biógrafo del obispo que su mediación con el entonces gobernador civil fue fundamental para la autorización, hasta el punto de que lo animó a que en febrero de 1961 se marcara unos días de vacaciones fuera de Tenerife y le dejara al prelado nivariense el cuidado de las almas. Y así fue. Desde entonces y hasta 1976 Santa Cruz celebraría las Fiestas de Invierno, que hasta enmascaró elCarnaval.

El historiador Ramón Guimerá Peña recuerda los cinco años de supremacía en el concurso que se celebra desde 1961 a 1965, donde la Ni Fú-NiFá gana el primer premio –entonces no había distinción entre Interpretación Presentación–. A la Fufa, como se le conoce popularmente, se le debe la transformación de las formaciones de banda de música como banda más propia de circo, o incluso el maquillaje de payaso que han adaptado el resto de murgas, aunque vayan disfrazados de romanos…

Guimerá Peña recuerda que el ingenio de Enrique González Bethencourt llevó a crear el término afilarmónica por aquello de que no cantaba música; sin embargo, la palabra ganó un peso insospechado por la novatada de Berto González, entonces director de Triqui-Traques, que acuñó un mérito inédito: Triquis era afilarmónica porque había ganado tres primeros consecutivos o cinco alternos. Nada de eso se aplica en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, no así en otras latitudes.

El principal mérito, reconoce también Eliseo Carrillo –en la actualidad director artístico y vinculado durante 42 años a la Afilarmónica Ni Fú-NiFá– fue sortear la censura con el doble sentido y humor, insinuando, sin ser explícito. En aquellas primeras letras de la murga madre de Canarias –formación que tiene a Antonio Toledo como heredero de los primeros pasos– jugó un papel decisivo Jesús Navarro Olivós, conocido familiarmente como Navarrito, hasta que en 1962, de cara a las III Fiestas de Invierno, se incorpora Nicolás Mingorance, quien estuvo 40 años como componente y continúa su vínculo como letrista. «Ya tengo escrita una para el próximo año para no oxidarme», comenta Mingorance con gran humor.

Tan larga fue la influencia de Enrique González Bethencourt, el director y fundador desde 1961 hasta 2010, cuando falleció, como el compromiso que siempre mostró la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá con el Carnaval. De hecho, se celebraban aún con el antifaz de Fiestas de Invierno cuando en 1972 deciden institucionalizar el primer concurso de murgas infantiles, en una clara apuesta por la cantera. Seis años después rescatarían el Entierro de la Sardina, en la época del gobernador civil Luis Mardones Sevilla, recuperando una costumbre que se remonta a antes de la Guerra Civil.

Más genialidades de Enrique González, o de la Ni Fú-NiFá: la celebración de la Piñata chica que se celebró de forma puntual cuando un chaparrón de agua deslució el fin de fiestas oficial.

El próximo 30 de mayo, Día de Canarias, la Ni Fú-Ni Fá recibirá la Medalla de Oro por su aportación al acervo popular, a fomentar la tradición, siendo referente y modelo para todos los grupos que siguiendo su estela se han sumado a hacer Carnaval. El presidente de la sociedad, Cristóbal Reyes, es un hijo de la Fufa. Llegó de la mano de su padre, del mismo nombre y amigo de Miguel Armas, y tras ser miembro de la directiva con el que hoy es el responsable musical, Reyes lleva desde hace tres años al frente de la institución que desde 1966 participa fuera de concurso y que defiende el «por y para Tenerife» son su referencia. Por encima de todo, son valedores del Carnaval, como demostraron en la época prohibida, innovando con ingenio; en esta época con Cristóbal Reyes y Eliseo Carrillo dando la murga. En su caso, la afilarmónica.

Humberto Gonar eldia.es

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