Los Toros de Tiagua son una de las tradiciones del carnaval canario menos conocidas. Se mantienen en la marginalidad y su actividad está casi abandonada, a expensas de que alguno de sus protagonistas, personas de edad avanzada, tengan el ánimo de ejecutarlas como Juan Parrilla en los carnavales de 2017. De resto pervive en el recuerdo de unas pocas personas mayores y es una joya de la antropología cultural de las Islas que no parece haber superado con éxito los avatares de la historia. Los Toros se manifestaban con fuerza en los carnavales de Tiagua, pueblo actualmente perteneciente al municipio de Teguise pero que tuvo ayuntamiento propio, y en otras localidades de la comarca e incluso de lugares apartados de la isla de Lanzarote. Salían ataviados con sus ropas tradicionales o con algunos cambios sustanciales con respecto a los de principio de siglo y hasta los años cincuenta. Luego dejaron de salir asiduamente en el pueblo pero su actividad, tímida, continuó desarrollándose gracias a la labor de don Sebastián López Ferrer ’Chanito’ que los sacó en Arrecife en numerosas ocasiones entre los años sesenta y finales de los ochenta. También prestó algunos ejemplares para llevarlos al Carnaval de Tenerife que no fueron devueltos.

Doña Irene López Parrilla nos aporta una valiosa información. El padre de doña Irene, don Daniel López Pérez , era el menor de cinco hermanos y se vistió de Toro en las primeras décadas del siglo veinte. Sus cuatro hermanos: Mauricio, Marcial, Jordán y Emiliano López Pérez eran bastante mayores que él y se vistieron también de Toros. Marcial y Jordán se quedaron solteros. Tal vez por ello su actuación con los Toros de Tiagua fue más continuada y doña Irene aún recuerda a los jóvenes y niños aterrorizados “que vienen, que vienen los Toros de Marcial y Jordán pero fuera del pueblo decían que vienen los Toros de Tiagua. Estoy hablando de antes de la guerra civil”. Los hermanos Mauricio y Emiliano se casaron en Tao, a dos kilómetros de Tiagua, y llevaron los Toros a dicha localidad. También nos señala doña Irene Pérez que “la guardia civil no los dejaba salir de Tiagua, entonces iban y se vestían en otros pueblos, pero salir de aquí vestidos no lo podían hacer”.

La tradición en cuanto a sus inicios se nos pierde de la memoria de nuestros informantes. Doña Irene recuerda como su padre Daniel le decía “yo de pequeño, hacia 1900, ya hacían esto”. Los Toros se perdieron unos años tras la guerra civil pero “en el cincuenta o cincuenta y uno, que nació mi hermano pequeño, volvieron a nacer. Los que yo vi eran de saco con cabeza, armazón, cola de vaca o toro y cuernos. Le hacían como toreando, el Toro se escapaba, les tenías miedo. No tocaban ni nada que yo recuerde”. Sin embargo, afirma que los primeros que salían se confeccionaban “con pieles de toro, luego con zaleas de cabras y otros con telas de sacos, los rabos eran naturales y los cuernos verdaderos”. Las ropas se guardaban en la gallera y se sacaban en carnavales. Es posible que mediados los años cuarenta y cincuenta salieran en alguna ocasión como recuerda Juan Parrilla, pariente de nuestra informante, quien vio a su padre con otros jóvenes de la comarca sacando a los Toros y de él heredó una vestimenta . En una ocasión fueron retirados por la guardia civil en Yaiza que les obligó a marcharse. Juan Parrilla recuerda también que llevaran un Toro a Haría para correr por la plaza.

Mediada la centuria una parte de la familia continuó la actividad principalmente en Tiagua y la otra parte en Tao, aunque siempre los llamaban los Toros de Tiagua. Éstos, por los años cincuenta, salieron a correr los Toros con personas de Soo, como Marcial Rodríguez, Vicente Pérez, Manuel Brito, Domingo Ramírez, Marcial García, Ventura Martín y Juan Rojas; de La Vegueta salía Juan Mota y de Muñique lo hacían Redusindo López y su hijo también Redusindo López. De esta manera observamos los Toros que salían de manos de los Parrilla y los Toros que salían de manos de los López.

Sebastián López Ferrer , conocido por Chanito, hijo de Emiliano López Pérez, sigue la tradición de los Toros en Tiagua en los años sesenta y los saca en Arrecife y otros pueblos de Lanzarote hasta finales de los años setenta o los primeros de los ochenta. La otra parte de la familia siguió paralelamente la tradición principalmente en Tao, donde habían sorprendido a algunos vecinos que no conocían esta manifestación carnavalera. A partir de entonces el grupo de Juan Parrilla salió con algunas personas más como Blas Perdomo, Manolo Perdomo y Antonio Pérez.

Siguiendo la forma tradicional de realizar los Toros de Tiagua, de la manera en la que los recuerda don Cristóbal Guillén Cabrera, constan de una estructura interior de metal y madera. La parte principal es la de la cabeza, bastante grande en relación con el resto del Toro, con una columna de soporte que ajusta el resto del cuerpo.

Al final de la columna de madera se fija otra pequeña estructura metálica para darle el ancho de la parte de las caderas del animal. El cuerpo “se reviste con tela de saco teñida de color marrón, canelo, que previamente se ha cortado y dado forma”. Don Cristóbal prepara la pintura añadiendo rojo y blanco para darle un tono colorado, como el del animal de verdad. Luego al cuerpo del Toro se le añaden las patas delanteras, del mismo material de saco, con una terminal de madera que llega a las pezuñas. El peso total del Toro de Tiagua es muy ligero, apenas cinco o seis kilos. Una vez confeccionado el Toro, señala don Cristóbal, se pintan los ojos y la nariz. Se le ponen los dientes que previamente se prepararon con tacos de madera pintados de blanco.

Hemos de señalar la información que nos facilita doña Irene López Parrilla sobre el material de construcción de los Toros “primero los hacían con cuero de toros y luego con zaleas de cabras o con telas de sacos cuando no habían zaleas. Los rabos eran naturales, de animal, disecados y también los cuernos eran verdaderos de toros”.

Don Cristóbal Guillén Cabrera debió ver los Toros ya de tela de saco y es así como decidió hacer unos Toros. “Cristóbal me preguntaba sobre los Toros, sobre mi padre y mis tíos, y un día me dijo: ven que quiero enseñarte una cosa. No me sorprendió porque ya me imaginaba que estaba haciendo unos Toros”. Don Sebastián López guarda algunos Toros pero de un diseño ya más moderno. Son algo más pequeños y con una tela lanuda color marrón. Son los que él ha sacado en los años ochenta y antes.

El armazón interior del Toro de Tiagua es una estructura bastante sencilla y poco sólida realizada con madera y metal en la que podemos diferenciar tres partes: cabeza, columna y caderas. La cabeza se realiza con láminas de metal ligero cuya función es únicamente dar el volumen necesario y soportar el peso de la cabeza del Toro. Por ello con apenas tres elipses y dos semicírculos tenemos la volumetría necesaria. Esto puede realizarse con algo más de tres metros de largo por cuatro o cinco centímetros de ancho de tira metálica con grapas para sujetarla. La columna se compone de una vara de madera de aproximadamente un metro de largo con el grosor suficiente para soportar el peso del Toro sin darle al mismo demasiado lastre. En ella se encuentra el centro de masas que coincide con la espalda de quien lleva la vestimenta aproximadamente en su tercio superior. La cadera se realiza también, en el ejemplo de Cristóbal Guillén, con metal y madera y cuya finalidad es dar la forma de cadera y volumen similar a la del animal que representa.

En primer lugar se confecciona el armazón que va a alojar la cabeza del Toro. Se realiza en metal ligero con tiras finas de fácil manejo de unos cinco centímetros de ancho que permitan que el Toro no sea demasiado pesado y fácil de llevar. Hemos de tener en cuenta que las personas que llevan los trajes de Toros permanecen con ellos varias horas andando o corriendo sin descanso. Es la parte más pesada de toda la estructura. El hueco interior es lo suficientemente espacioso para no calzar la cabeza del que use la vestimenta de Toro, ésta va suelta dentro de la estructura y la estructura no reposa sobre la cabeza de quien se viste de Toro. El peso de la cabeza, sumando estructura interna y externa, debe ser lo bastante ligero para permitir un movimiento ágil y prolongado. La boca del Toro debe estar bien abierta para permitir respirar y ver con lo que se deja una abertura de unos quince centímetros de alto por unos treinta de ancho.

Con toda la vestimenta colocada el Toro se convierte en una figura de interés antropológico. Todo el cuerpo del hombre queda cubierto, desde los pies hasta la cabeza. La movilidad es importante debido a la ligereza del material empleado, que permite andar y correr durante varias horas. Con los pantalones bien sujetos a la cintura se coloca el armazón del cuerpo, la cabeza y las patas delanteras por donde se meten los brazos. Finalmente se coloca el collar del que cuelga un enorme cencerro. Los cuernos naturales se ajustan en el interior de la tela mediante conos de madera que se sujetan a la estructura metálica de la cabeza. El cuerpo del Toro se remata con el rabo que finaliza con pelos de rabo de vaca o de toro o buey.

El armazón se cubre con una tela de saco pintada, cortada a medida. El color del tinte es canelo rojizo. Debe tener el volumen necesario para que quepa una persona, que no quede demasiado estrecha sino más bien suelta. Lo primero que se viste son los pantalones de saco, de la misma tela que el Toro e igualmente teñido.

En el interior de las patas se han colocado previamente unos mangos de madera para agarrarse y poderse apoyar o sencillamente para poder mantener las patas bien estiradas teniendo en cuenta que deben ser más largas que los brazos del hombre que se encuentra en el interior. Las patas delanteras acaban en las pezuñas del animal que sirven también para apoyarse en el suelo y poder tomar un respiro. Es importante que las patas delanteras tengan la medida adecuada, en apariencia demasiado largos con su parte final de madera, para permitir que el hombre que se encuentra en el interior pueda descansar los brazos en el suelo. La postura encorvada que hay que mantener precisa que nos podamos apoyar en el suelo para evitar dolores lumbares.

Es valiosa la información aportada por un agudo observador de la dramatización que reproducimos, don Cristóbal Guillén Delgado . Fue realizada junto a su casa en Tiagua, junto a la montaña Tamia, en su propio jardín. Don Cristóbal iba a cumplir 85 años en el momento de facilitarnos esta información. Es hijo de don Cristóbal Guillén Cabrera y de Dominga Delgado Acuña, nieto por parte paterna de Ramón Guillén Cabrera y de Catalina Cabrera, todos ellos de Lanzarote “de distintos pueblos, pero todos de Lanzarote”. La entrevista, para el trabajo de campo, se prepara con antelación y se registra en el diario de campo. No obstante, una entrevista no siempre puede seguir el patrón preparado pues es dinámica y nos dirige en diferentes sentidos. Reproducimos esta entrevista íntegramente.

“Yo vi los Toros por primera vez de pequeño. Incluso les teníamos miedo y corríamos de ellos porque les teníamos miedo porque éramos pequeños, con siete u ocho años. Era en los años treinta cuando yo me acuerdo, en el treinta y uno o treinta y dos, no más”.

-¿Era un momento de alegría, de jolgorio?

– Sí porque vivíamos en los campos y era para nosotros una novedad, aquello estaba atrasado, pero les teníamos miedo de momento.

– ¿Quién sacaba a los Toros entonces?

– Los sacaban hombres ya con una edad, ni jóvenes ni viejos, tendrían treinta años, sí como mucho treinta años.

– ¿Recuerda el nombre de alguno de ellos?

– Bueno yo recuerdo a Leucindo Pérez Tavío que se metía dentro de ellos pa correr el carnaval pero de ese nada más me recuerdo.

– ¿Recuerda cuándo sería eso?

– Sí, sí, sería desde antes de la guerra civil por el treinta y seis y después.

– ¿Procedía este señor de Lanzarote?

– Sí, sí.

– ¿Alguna persona le comentó de donde procedía eso de sacar los Toros de Tiagua, de donde era esa tradición?

– No sé de donde partió, quién los hizo o los hicieron siendo yo chico sí sé, se llamaban Daniel López, Marcial López, Jordán López y Emiliano López que eran hermanos.

– ¿Eran mayores que usted?

– …los que vivían ahí –señala al frente- de Chanito… (se refiere a Sebastián López, hijo de Emiliano López Pérez) creo que partiera de ellos, escuchas.

– ¿Por dónde salían los Toros, a qué lugares acudían, las calles del pueblo…?

– Sí, se paseaban por el centro del pueblo, por todo el pueblo y por los demás pueblos los llevaban en camiones.

– ¿En qué tipo de fiestas?

– En Carnavales, solo en los carnavales.

– ¿Y qué decían las autoridades políticas y religiosas?

– Pues no sé lo que podían haber dicho, no sé eso no se nombraban, era una alegría verlos para todos.

– ¿Salían solamente hombres o también mujeres y niños?

– No, hombres, solo hombres, niños nunca, ni mujeres.

– ¿Cuándo se perdió esto de sacar a los Toros de Tiagua?

– Pues por el año cincuenta ya no salían.

– ¿Por qué, sabe usted por qué?

– No lo sé, ignoro el porqué. Si es porque se estropearon o qué pasó.

-Nos han dicho que en los años ochenta alguna familia de los López iba a Tenerife con los toros en Carnavales, ¿es así, lo recuerda?

– No, ellos no iban, los prestaban a otros.

-¿Esto es típico de Lanzarote, de toda la Isla, o solo del pueblo de Tiagua?

– Es del pueblo de Tiagua.

-¿Cómo veía usted esto de joven?

– Los veía bien porque en carnaval era un disfraz más, daba alegría porque estábamos todos más metidos en fiesta, había más gente… la gente se asomaba para verlos correr, los niños seguíamos a los Toros, la gente se ajuntaba a verlos y nosotros seguíamos a los Toros.

– ¿Los Toros llevan esquilas o algún tipo de sonido…?

– No, llevaban unos cencerros. Cada uno llevaba uno bien grande colgado del cuello.

– ¿A quién seguían, a los chicos, a las chicas…?

– No, a las chicas…, bueno también, a las chicas también.

– Usted que ha nacido con esta tradición, ¿le gustaría que el ayuntamiento les ayudara a recuperarla?

– Sí me gustaría que ayudaran para que vuelva a salir, yo los prestaría.

– ¿Me podría decir los nombres de cada parte de la ropa de los Toros?

– Nada, el animal que te metes dentro, una rueca y la cabeza…

– Bueno, pero ¿con qué materiales los hacían?

– Nosotros usábamos sacos pintados, ignoro por qué pero eran de sacos y se pintaban como yo pinté los míos canelo tirando a rojo un poco, un poco, yo mezclaba las pinturas con blanco y rojo.

– Sabe don Cristóbal, usted ha guardado una joya, muchas gracias por compartir conmigo sus conocimientos y gracias de nuevo por mostrarme todo, que lo siga conservando.

– Un saludo en mi nombre ya que esto lo hemos perdido, eso lo volví a hacer yo después de tantos años y me gustaría volver a verlos porque todo se termina, como todas las cosas. Yo me gustaría volver a nacer sobre este asunto. Yo hice a unos amigos míos…, en Tinajo hay otra pareja de toros, que se los hice yo, se los regalé porque me pedían prestados los míos. Ellos tienen dos que los hice yo y entonces, pa que no me los estuviesen pidiendo, porque los míos estaban estropeados les hice una pareja. Ellos tienen una pareja nueva y los sacan en Tinajo. Son… ¿tú conoces a Toribio?, …el hijo de Toribio. Por medio de ese chico les hice yo una pareja y los sacan en Tinajo, esos están más nuevos. El que los tiene vive en Mancha Blanca.

– Los he escuchado nombrar como Los Bueyes de Tiagua.

– Los Toros, nosotros los llamábamos Toros como los del campo. Yo llegué a arar, sí, con vacas. Podía tener dieciséis años, en los cuarenta o antes, por ahí.

Ya los Toros de Tiagua no son esperados como antaño por las distintas calles del pueblo aunque se les ve debatirse entre su continuidad y su extinción. El recorrido era fundamentalmente por la calle principal, actualmente asfaltada pero entonces de tierra y con pocos vehículos que entorpecieran la marcha de la representación. Hacían como que iban a embestir con sus cuernos, no faltaba algún empujón e incluso tirar por los suelos en un revolcón sin in tención de dañar, en sus correrías y giros. Los asistentes corrían tras los toros pero frenaban su ímpetu cuando los Toros se giraban e iban a por ellos. Los menores huían, lloraban y se escondían por el miedo o se mantenían a distancia.

Concluimos este artículo agradeciendo la valiosa aportación de informantes que vivieron esta tradición a lo largo de un siglo como parte del carnaval tradicional. Entendemos que en el pasado pudiera haber sido una figuración zoomorfa propia de corpus como lo fueron los Diabletes de Teguise o como lo fue el desaparecido Diablete de Haría . El corpus en Canarias se celebra de manera solemne pero hubo un tiempo en que se producía un desfile de danzas, mojigangas y figuras zoomorfas.

Logo Cronicas de LanzaroteRicardo Fajardo Hernández, investigador en Antropología

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