La zona comercial de Triana se ha convertido en el escenario principal del próximo Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria. Allí se exhiben los 17 carteles que compitieron para ilustrar la festividad vinculada a los Juegos Olímpicos de 2025. Sin embargo, el proceso de selección ha desatado un torrente de opiniones y críticas.
Pedro Quintana, un transeúnte que disfruta de un paseo matutino, expresa su desconcierto ante el sistema de votación popular utilizado para elegir el cartel. Para él, esta decisión resta calidad al proceso creativo. “Los ciudadanos no son diseñadores gráficos”, argumenta, sugiriendo que la elección no ha sido “nada crítica”. En su opinión, el cartel ganador presenta un fondo “demasiado oscuro” que hace que la tipografía se pierda en su tonalidad.
Mientras tanto, José García, quien acompaña a Quintana, tiene una visión más positiva. Considera que el cartel tiene “mucha simbología de la Isla”, ya que incorpora elementos representativos como el Auditorio Alfredo Kraus y las tablas de surf de la Playa de Las Canteras. Sin embargo, también expresa su preocupación por el uso de inteligencia artificial en algunos bocetos, aunque reconoce la originalidad de todas las propuestas.
El asombro es palpable entre muchos ciudadanos que aún no se han enterado de la elección del cartel. Luisa Jiménez, sorprendida, cuestiona la premura por una celebración que tendrá lugar en varios meses. “No entiendo por qué ya estamos hablando del Carnaval en agosto”, dice entre risas.
Los carteles han captado la atención de locales y turistas que se detienen para inmortalizarlos con sus teléfonos. Arthur, un visitante en la Isla, comparte su opinión a pesar de su escaso dominio del español. “Uno de los carteles finalistas es muy bonito”, dice, mientras toma una fotografía de su favorito.
Francisco Perdomo, quien estuvo presente en la inauguración de la exposición, sostiene que lo esencial no es el diseño sino la experiencia misma del carnaval. Recuerda con nostalgia los tiempos en que la festividad era más auténtica y menos comercializada. Por su parte, Rosa Hernández muestra su desacuerdo con el cartel, señalando que las manos entrelazadas podrían confundirse con un “racimo de plátanos”, sugiriendo que podría haber sido más vibrante con un fondo blanco.
Pablo Santana se suma al debate y argumenta que exponer los diseños en una calle concurrida visibiliza el esfuerzo de los artistas. Pese a las discordancias, enfatiza que es el gusto del público el que debe prevalecer en este tipo de elecciones.
El Carnaval, motor económico de la ciudad durante los meses de febrero y marzo, es también objeto de intensas críticas y debates en la comunidad. Marta Rodríguez, quien frecuenta la zona, señala que el drama en torno a la celebración ha llegado al punto de afectar a los ilustradores, quienes se convierten en el blanco de las críticas. Álvaro Navarro, mientras realiza sus compras, critica la actitud de quienes descalifican los diseños sin aportar alternativas. “Es fácil criticar; a ver qué diseño harían ellos”, reflexiona.
A medida que la conversación avanza, queda clara la polarización entre entusiastas del Carnaval y detractores que parecen incapaces de apreciar el arte detrás de los carteles. “Al final, lo que quieren es apagar nuestras ganas de fiesta”, concluye Navarro, reafirmando su compromiso con la celebración y su desprecio por la negatividad. De voces constructivas y propuestas nuevas, de momento, no hay rastro en la bulliciosa Triana.