La sede de la Casa de Canarias en Valladolid ofrece, del 7 al 16 de febrero, la exposición de los carteles del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife desde 1962 a 2023, en la que se cuenta la historia de una fiesta caracterizada por su vistosidad, la calidad de sus concursos, cosos y conciertos, además de la autenticidad de su celebración en la calle, lo que le ha llevado a ser considerado el segundo Carnaval más popular a nivel internacional, detrás del populoso y rítmico carnaval de Río de Janeiro, en Brasil.

Su origen es tan diverso como incierto, aunque todos los estudiosos coinciden en afirmar que se trataba de unas fiestas trasgresoras en las que se iba en contra de las normas sociales preestablecidas, convirtiéndose en la expresión de la libertad, la alegría y el desenfreno.

El carnaval arriba a la isla de Tenerife en el siglo XVI de la mano de españoles y portugueses, que hacían escala en la Isla en sus viajes hacia el Nuevo Continente y sus colonias americanas. Esos mismos viajeros, convertidos en cronistas, afirmaron que en el siglo XVIII, tanto las clases pudientes como el pueblo llano, participaban en bailes y festejos bulliciosos, sin tener en cuenta la prohibición de realizar bailes y bromas de máscaras en la vía pública.

Durante el siglo XIX se imponen nuevos tipos de actos festivos (cosos, exhibiciones artísticas y concursos), además de los tradicionales bailes, apareciendo la costumbre de las tapaderas o tapadas, mujeres de clase alta que se mezclaban en las calles con el pueblo. Amparadas en el misterio de las máscaras. Esta singularidad es la antesala de las mascaritas de la sábana y el abanador, que se hicieron habituales a principios del siglo siguiente.

En las primeras décadas del siglo XX se produce un incremento de turistas atraídos por la fama de esta fiesta, datándose en 1925 el primer programa del Carnaval editado por el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. En esta época aparecen las agrupaciones que van más allá de la máscara tradicional: las rondallas, comparsas y murgas, y los disfraces evolucionan a unos trajes de mayor calidad y elaboración, dando pie a los primeros concursos.

La Guerra Civil española y la posterior Dictadura frenan la celebración del carnaval, pero, a pesar de la represión, empiezan a organizarse fiestas clandestinas en la intimidad de las casas o sociedades, dando paso en 1961 a las denominadas Fiestas de Invierno, declaradas en 1967 como Fiestas de Interés Turístico Nacional. Tras la llegada de la democracia, el Carnaval recupera su nombre y alcanza dimensiones inusitadas, convirtiéndose en la fiesta popular por excelencia de Santa Cruz de Tenerife, declarada en 1980 Fiesta de Interés Turístico Internacional.

Toda esta historia se resume en la exposición que los vallisoletanos podrán disfrutar en este febrero carnavalero.

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