El director artístico del Carnaval, Enrique Camacho, consiguió transformar el tradicional formato de elección de la reina que imperaba desde la época de José Tamayo, desde mitad de los años ochenta, y transformar el festival en ceremonia propia al Eurovisión del Carnaval, gracias al formato televisivo que adaptó.

Las medidas de seguridad para evitar posibles contagios por el Covid obligaron esta edición a las autoridades locales a suspender la celebración de los concursos y actos multitudinarios pero no lograron impedir que la gala de elección de la reina se convirtiera en una exquisita tarjeta de presentación del Carnaval donde tuvo cabida desde los protagonistas de diferentes modalidades contando los entresijos y lo que supone la fiesta hasta el esplendor de las actuaciones, en el punto máximo de la demostración de la entrega de miles de personas.

Fue un espectáculo a la altura de un gran programa de televisión, donde Alexis Hernández y Laura Afonso fueron los maestros de ceremonia, en un formato que Enrique Camacho reinventó para mayor gloria del Carnaval y la gente que lo hace posible. Precisamente en una edición en la que está prohibida encuentros multitudinarios, el director de la gala, gracias al proceso de producción previo a través de grabaciones, sorteó los condicionantes sanitarios con grabaciones que, como un puzzle, se montaron hasta dar la percepción de que en el plató de televisión del que se disfrazó el recinto ferial había miles de personas solo entre los participantes, y sin embargo era la suma de actuaciones grabadas.

Enrique Camacho se catapulta a la dirección artística en 2015, cuando realiza una actuación conjunta de murgas infantiles en la gala de la cantera. Esa fórmula que enamoró y le llevó a ponerse al frente de los espectáculos ha sido la punta de lanza de su apuesta para definir en imágenes qué es el Carnaval; esa es la clave de su éxito, el orgullo de pertenencia del que hace a todos partícipes a sabiendas de la complicidad que cuenta con todas las formaciones que integran las diferentes modalidades de la fiesta.

También asumió grandes decisiones que cambian el formato: desde la ubicación del escenario –un viejo anhelo del director– que hace efectivo aprovechando que no puede haber público en las grabaciones, lo que aprovecha para generar un plató de televisión. De Enrique Camacho se conoce su magisterio con los musicales y las producciones artísticas, otra cosa eran los programas de televisión; un examen que aprueba con cum laude el pasado domingo.

También pone orden en la gala y para ello reinventa a dos maestros de ceremonias del Carnaval que vienen a ser la versión 2.0 de César Fernández-Trujillo y Teresa Alfonso; en este caso: Alexis Hernández y Laura Afonso, esta última que podía haber desfilado entre las reinas por porte y con el estilismo que le preparó otro de los avales del éxito de Camacho: el diseñador Leo Martínez.

En la aventura televisiva no ha estado solo y durante las tres semanas de grabación ha contado con Jorge Salamanca, realizador de Televisión Canaria, como si se tratara de un miembro más de su equipo. Así, en cada preparativo, se veía como el equipo y el propio Camacho montaban los preparativos y cuando ya estaba todo a punto entraba Jorge Salamanca con su “prevenidos”, previo a la grabación de cada número.

El Eurovisión del Carnaval que emitieron tanto La 2 de Televisión Española a nivel nacional e internacional como Televisión Canaria es el resultado de un trabajo de orfebrería carnavalera, donde la riqueza y el éxito del resultado ha estado en implicar a decenas, cientos de personas del Carnaval, que saben que su presencia era tan fundamental tocando el bombo, en el caso de las comparsas, como en la primera fila.

Como si de un seleccionador de fútbol se tratara, Enrique Camacho se reunió con Tano Mujica, director musical de la agrupación Chaxiraxi, para que montara el número conjunto de esta modalidad; y Tano no se limitó a cumplir con éxito el expediente, sino que se creció con una composición; ocurrió igual en las murgas adultas e infantiles, coordinación que encargó Enrique Camacho a Raquel García, y que tuvo en Lolo Tavío, con los niños, y en Pablito Moreno, en las adultas, los artífices del éxito de una actuación cuidada en interpretación; eso sí, con una murga propia de 2021.

O sea, una murga de estudio de grabación que no grita, pero torna el ímpetu de la vena en el cuello en la interpretación para trasladar, máxime cuando se canta con mascarilla y se pierde la expresión y el gesto de la cara.

Para lograr la cuadratura del éxito, los equipo de trabajo que formaron los letristas. En la modalidad infantil, Yone Expósito, Idafe González, Daniel García y Raquel García; en el apartado adulto, el trabajo que desarrollaron Santi Martel, Dani García, Gara García y la propia Raquel García.

La actuación de las murgas infantiles o adultas duró tres minutos y medio o cuatro y enamoró, pero ese tiempo solo es el resultado final de haber implicado durante cuatro meses a los padres y a los niños, y a los mayores, para que en su casa, cada uno por separado, se aprendiera las letras y hasta los movimientos, y luego ir a grabar uno a uno y empastar. Un trabajo que pasa de corrido como la cámara de televisión que hace un barrido en unos segundos.

Entre las joyas, la actuación de las rondallas, otra demostración de la reinversión de la gala de mitad de los ochenta. Por aquella época, el maestro José Tamayo reunión a las formaciones lírica en el recinto taurino para protagonizar una de las actuaciones más recordadas y desde entonces se han repetido en varias oportunidades, hasta convertirse más en una cuota que en una sorpresa.

En la gala de las guardianas, Enrique Camacho se atrevió a sacar la lírica al teatro Guimerá, en un guiño a la bombonera donde se celebraron las primeras galas de la reinas del Carnaval desde 1965 y formó con representantes de orquesta de pulso y púa de todas las rondallas y con miembros del coro de todas las formaciones líricas la rondalla de la gala que, con adaptación de Francis Hernández, interpretó un popurrí de tres obras que dirigió y supervisó el exquisito maestro Israel Espino, el nuevo Faustino Torres de El Cabo. Y sin embargo, su presencia casi pasó inadvertida, pero el resultado del trabajo fue evidente y no pasó inadvertido para quienes vieron a las rondallas de toda la vida de una manera diferentes. Con Candelaria González, Pancho Corujo o Celso Albelo pletóricos tanto en sus obras como en la caracterización, junto a la docena de solistas de las formaciones que entraron en liza. Complicado satisfacer y dar cabida a todos. ¿Que se echaron de menos algunos? Sí, como Argelio Bermúdez, pero el orgullo del carnavalero está en saber que gracias a la entrega de gente como Lelo Bermúdez, entre otros exponentes, hoy el Carnaval puede presumir de rondallas.

Ocurrió igual con las comparsas. Enrique Camacho pivotó sobre el coreógrafo y el director musical de Cariocas, ganadora del primer premio de Interpretación y de Ritmo y Armonía de la pasada edición para el montaje, y el resultado fue apoteósico gracias a la confirmación de la gran comparsa integrada por representantes de las nueve formaciones de cuerpo de baile y parranda del Carnaval que desbordaron la terraza del recinto ferial para recrear un ritmo y armonía. Eran sesenta componentes y parecía una comitiva centenaria que hacía bailar hasta los cimientos del recinto, con el Auditorio como testigos de excepción.

La configuración de la gala como espectáculo televisivo también incorporó otro añadido: los diferentes platós que se generaron fuera del lugar; de alguna forma Enrique Camacho hizo suya la canción de Zeta-Zetas para teletransportar al espectador a los escenarios naturales de la fiesta, como ocurrió con el balcón de la plaza de España, la terraza del Olympo, que recreó un baile de Carnaval con diferentes cantantes y orquestas canarias.

La gala de las guardianas al cetro fue un espectáculo con triple salto mortal en su concepto: tan pronto incorporaba actuaciones de las modalidades del Carnaval, para presentar qué son y cómo actúan las agrupaciones musicales, las comparsas, las rondallas y las murgas adultas e infantiles, como para exportar los altares de la fiesta de la máscara, como la plaza de España o los aledaños del recinto.

Y en esa triple complejidad que asumió el director, incorpora a ocho presentadores de televisión y radio para mostrar las aristas de la fiesta, y luego se cuela hasta las tripas del Carnaval para conocer, en plan documental, cómo se vive o se siente la fiesta… casi casi como poner una cámara a las célebre noches de Carnaval de Radio Club Tenerife con José Antonio Pérez, Pilar Socorro –una de las periodistas que también estuvo– y Juan Luis Calero con su galería de personajes.

Precisamente esa nota de humor también la reivindicó Enrique Camacho con clásicos del Carnaval y del espectáculo local, caso de Darío López y Abubukaka, que recrearon el centro de control de votos sin miedo a caricaturizar con su actuación deslices que han dejado algunos grandes presentadores que han venido desde la Península, y que también participaron ayer rememorando alguna de sus intervenciones en galas.

En el carrusel de carnavaleros, Enrique Camacho muestra que los participantes no están elegidos al azar. Ni las voces y participantes en las agrupaciones musicales, con un José Víctor Afonso, de Los Yuppies, entre otros, en la primera fila; o carnavaleros de pro y fácilmente identificables que abren su corazón para explicar qué significa para ellos la fiesta, con una Yurena Delgado La Negra, de Salsabor, totalmente emocionada o Luis Maya El Medusa, contagiando pasión por la murga y por la fiesta en general. Imposible no sentirse identificado aunque le televidente no saliera en pantalla, porque gran parte de las personas que aportaron su testimonio o son conocidas o contaron un testimonio como podían haber aportado cualquiera de los más de seis mil carnavaleros que integran el centenar de grupos del Carnaval.

Humberto Gonar eldia.es

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