Este carnaval que nació en La Isleta y que deambuló por diferentes emplazamientos quiere volver a sus orígenes. Para ello, un isletero se ha propuesto reevaluar la tradición. Las raíces de esta revolución arraigan en el pasado, cuando Josué Quevedo (Las Palmas de Gran Canaria, 1985) desayunaba en su casa familiar de La Isleta, en la que nunca se dejaba de hablar de carnaval. Aquel niño que creció con el abono de las murgas y de las comparsas se acaba de convertir en el nuevo director artístico del carnaval de Las Palmas de Gran Canaria, que este año se celebra entre el 26 de enero y el 18 de febrero.

Su madre, fundadora de la mítica comparsa Los Caribe, y su tío, vicepresidente del primer patronato del carnaval, inculcaron en aquel niño el amor por esta fiesta. Así, pasa a formar parte de la murga infantil de Los Chancletas, los Baby Chancletas.

«Fue lo mejor que hizo mi madre porque la murga me evadió de toda la problemática que había en el barrio y, además, aquello me enseñó otras cualidades maravillosas que era esencialmente lo que se sentía entonces en el carnaval, que era unión, familia, ilusión, esa vivencia con tranquilidad, sobre todo con humanidad entre unos y otros», detalla.

Más fotos de los carnavales de Josué Quevedo. Y junto a ellas, una imagen de su madre en Los Caibe. C7
Aquel primer aprendizaje, doctorado después en Los Chancletas adultos -a quienes les muestra un agradecimiento infinito- y su interés por el diseño y el estilismo hizo que, años después, ya en 2011, cuando sus primas dejan las Lady’s Chancletas para fundar Las Despistadas, lo llamen para ver si podía hacerles el vestuario.

Aquel diseño fue el ejercicio de un autodidacta que había obtenido un premio en un concurso de disfraces infanles y que, finalmente, concedió a la murga femenina su primer galardón de vestuario en un concurso adulto.

Desde entonces, tras pasar por distintos carnavales de Gran Canaria (Las Palmas de Gran Canaria, Ingenio, Telde o Agüimes se han rendido al genio del isletero), Tenerife y Lanzarote, Josué Quevedo ha acumulado ya un total de 172 premios. «Una cosa surrealista», se ríe, desprendiendo un aire sincero de asombro.

Cocina las ideas como un chef, con mucho trabajo para presentar elaboraciones cuidadas hasta el último detalle. Y tiene ya la receta para las carnestolendas de la capital grancanaria, aunque se guarda para sí sus secretos. «El carnaval es recuperable, yo tengo esperanza», expone, «todos lo verán, aunque todavía no puedo adelantar nada».

Va soltando, a pequeñas dosis, diminutas raciones, anticipos de lo que podrá ser un nuevo carnaval porque, como anunciaron la alcaldesa de la ciudad, Carolina Darias, y la concejala de Carnaval, Inmaculada Medina, se avecinan muchos cambios.

El primero pasa por resucitar la ilusión de la fiesta. Esta palabra, ilusión, la repite de manera constante, consciente de que sin base popular, el carnaval puede morir de éxito como un mero fenómeno televisivo. Por eso, apunta a la cantera. «Lo primero es ir a los colegios», expone, «me harán falta los grupos, las murgas y las comparsas, para hacer escuelas de carnaval dentro de los colegios». Está convencido de la colaboración de murgueros y comparseros. «Soy muy de grupos», reconoce, «y creo que vamos a hacer un equipazo».

También mira a los mayores. «Podrían hacer talleres de tortitas de carnaval o se les podría llevar a la gala de la tercera edad con guaguas para que esa gala se llene de público», pone sobre la mesa.

«Este tipo de cosas son con las que quiero empezar a trabajar. Sé que me va a costar mucho pero yo creo que el carnaval va bastante bien, ya que sabemos cómo van las galas, aunque después cada uno tenga sus gustos personales», prosiguió, «pero lo otro tenemos bastante poco. He hecho mucho hincapié a la concejala y a la alcaldesa y están predispuestas al cien por cien».

Galas con identidad
En esa búsqueda de la identidad perdida, Quevedo entiende que cada gala debe tener su personalidad. No es partidario de la ‘dragqueenización’ de la fiesta. «La gala estrella es la drag, no lo podemos negar, pero pienso que no todo tiene que ser drag, por la protección a ellos, que deben ser protegidos en ese aspecto, y también porque el resto de galas tiene que tener su identidad», expuso el director artístico, «no podemos permitir que la gala de la reina infantil sea pequeños drag o la gala de body paint se convierta también en una gala secundaria a la drag. El problema es que nos hemos centrado solo en un producto. Tiene que seguir siendo el producto estrella, pero para ello no tenemos que copiarlo, sino que el resto debe tener su identidad propia».

La evolución, según Josué Quevedo, no debe ahogar las voces del pasado. El director artístico coincide con aquella frase que erróneamente se atribuye a Picasso y que venía a decir, respecto del arte, que después de Altamira, todo es decadencia. Aplicado al carnaval, esto viene a coincidir con el convencimiento de Quevedo de que la fiesta tiene que mirar a sus orígenes.

Cuando se le pregunta qué echa de menos de aquellos carnavales de su infancia, de aquellas tertulias familiares de sobremesa, siempre apunta a una palabra, tradición. «Hemos evolucionado tanto, hemos modernizado tanto que echo de menos la tradición».

La raigambre que fertiliza Josué Quevedo trata de resucitar los esquejes que nunca se reprodujeron, como es el caso de las rondallas, un elemento de identidad del carnaval de Santa Cruz de Tenerife; una memoria deleble en el de Las Palmas de Gran Canaria. «Aquí también hubo rondallas en los primeros años. Eran grupos como Los Habaneros de La Isleta, que se disfrazaban e iban por el barrio, no había concursos de rondalla», evoca el que también ha sido director de la Carnaval Fashion Show LPA, «me gustaría recuperarlo, no a gran escala, sino que unas cuantas rondallas vayan por los barrios … si estás en tu casa y escuchas ‘Somos Costeros’ de una manera diferente, al final te genera una sonrisa. Ahí está la ilusión. La voy a devolver».

«Yo soy moderno, pero tradicional. Sin tradición, el carnaval no va a funcionar. El carnaval es cultura y tradición, y eso hay que respetarlo. Podemos avanzar en muchas cosas, pero está claro, he tenido la suerte de trabajar en Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote haciendo carnaval. Y el éxito está en respetar la tradición», abunda en su convicción.

«Seguramente habrá algún territorio nuevo, pero es mejor tener bien lo que tenemos antes de empezar de cero con algo. Cuando esté bien, inventaremos. Ahora hay que recuperar mucho, sanear», zanja la discusión sobre la necesidad de innovar el carnaval de Las Palmas de Gran Canaria.

Reivindica la calle
La vuelta al pasado desvela la necesidad de calle que tiene el carnaval, una pérdida insuperable. Pero en la cabeza de Josué Quevedo no es un obstáculo insalvable. «La calle va a recuperar el carnaval», dice. Y eso supone que el carnaval va a retomar la calle, los colegios, los centros de mayores. En ese plan, las rondallas servirán para musicalizar la fiesta. Y las murgas y comparsas también tendrán que desempeñar un papel: «La idea principal es hacer varios pasacalles con comparsas y murgas por los distritos. Y a su vez, en las esquinas de los barrios, dos murgas competidoras se unan del brazo y canten entre ellos la presentación y la despedida. Creo que es una forma de unidad».

Con ello, se animará a salir. Con el nuevo emplazamiento -otro de los secretos que no quiere desvelar- también se quiere reconquistar la calle. Casi descartado Santa Catalina por la obra de la MetroGuagua, el carnaval trata de no desperdigarse, de evitar el vacío de la entropía. «El sitio que me gustaría es el que va a ser, pero no te lo puedo desvelar. Es un sitio grande que creo que conecta muy bien con todo el mundo», deja entrever, «lo bueno es salir de la gala y tener enfrente… es la sensación de antes, esa la vamos a tener». Y ahí se muerde la lengua. «La vamos a tener», insiste.

Sabe que es complicado, pero su huella se dibuja más allá de la escena. «Lo que más me gustaría es devolver la ilusión a la calle, al menos voy a intentarlo», dice.

En cuanto a las galas, asegura no sentirse constreñido ni condicionado por la retransmisión televisiva. Su tío grababa las galas. Y él heredó esa videoteca, que luego amplió con sus propias cintas. Asegura que tiene claro qué gala quiere. «Le tiene que gustar lo mismo a un niño de siete años que a una señora de noventa». Y resume así su propuesta: «Mis galas van a ser rápidas, dinámicas y con mucho color, mucho ritmo, mucha agilidad».

El carnaval es también un campo de minas. La polémica heredada del año pasado es la relativa al recorte de tiempo que se acordó entre las murgas y que provocó, como medida de protesta, que Los Nietos de Sarymánchez, se autodescalificaran en la final, sobrepasando el tiempo estipulado.

Aquí Quevedo aterriza como comprensivo artificiero. «Entiendo que las murgas quieran pedir que se pueda apagar el escenario, lo comparto; entiendo que las murgas quieran utilizar más pirotecnia y confeti, lo comparto… pero lógicamente dentro de una seguridad porque hay cosas que no están homologadas», indica, «siempre y cuando cumplan las normas de seguridad voy a poner toda la predisposición para que se cometan las mayores locuras, dentro de la seguridad. Estoy dispuesto a que los concursos de murgas y comparsas se conviertan en un espectáculo».

En cuanto a las chirimurgas, Josué Quevedo quiere explotar su versión teatral porque la risa es otra tradición a recuperar.

Javier Darriba Canarias7 - Noticias de última hora en Canarias

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