La intransigencia de unos vecinos o la incapacidad del Ayuntamiento para llegar a acuerdos con los titulares de una serenidad muy dañada por el ruido, ha colocado al Carnaval, la fiesta más rentable en todos los sentidos de la capital, en el absurdo de no tener un sitio idóneo para su celebración. Tras una última edición en el recinto portuario, con la negativa de la dirección del mismo a permitir otra convocatoria, vuelven los interrogantes y el miedo a no tener un palo al que agarrarse.
Y les da lo mismo que sea uno cualquiera, como es la iniciativa municipal a favor del aparcamiento intermodal en El Rincón, el único de su modalidad en una ciudad que necesitaría varios similares dado sus serios problema de movilidad. Se cuenta que se valora la calidad del subsuelo de la explanada para tres plantas subterráneas, sobre las que se celebrarían los mogollones del Carnaval. Una obra de unos años, ni me atrevo a decir cuántos, y mientras qué otro lugar hay libre para que la economía de la ciudad se beneficie de la fiesta, o para que la imagen turística no reciba un buen revés.
Javier Durán