Es un colectivo diverso, pero marcado por la misma pasión, la de la creatividad, ya sea cosiendo, diseñando, haciendo patrones, telas, accesorios, todo lo que el Carnaval de Santa Cruz demande. Y es que las costureras, modistas, diseñadores, son, eminentemente mujeres, que son parte de la red de seguridad de una fiesta que necesita de sus manos y de su talento para que grupos, candidatas, presentadores, y todo aquel que se sube a un escenario, lo haga con la seguridad de llevar el mejor traje posible.

DIARIO DE AVISOS ha podido hablar con distintas mujeres que de una forma y otra participan del Carnaval, incluso con alguna que ha tenido que dejarlo por la pandemia. Este último caso es el de Laura (nombre ficticio) que prefiere que no se la identifique porque, aunque ahora no esté en la profesión que ama, confía en poder recuperarla. “Cuando empecé en esto lo hice confeccionando solo unas corbatas para una murga, y acabé haciendo todo el disfraz, incluso ganamos premios”. Cuando llegaba el Carnaval, “éramos mi madre y yo trabajando desde diciembre hasta febrero, prácticamente a diario, sin descanso. Muchas horas y la verdad que poco dinero”.

Precisamente porque “es muy difícil vivir solo del Carnaval”, la pandemia obligó a Laura a dedicarse a otra cosa. “Fuera de los meses del Carnaval te tienes que buscar la vida, y luego no puedes coger proyectos grandes porque ya estás implicada en el Carnaval y están contando contigo para que desde septiembre vuelvas a trabajar”, cuenta. Con la incertidumbre sobre si el Carnaval volvía o no, Laura tuvo que elegir, “no vale la pena arriesgar lo que tengo ahora, sin la seguridad de tener el suficiente trabajo”, explica. Insiste en que no renuncia a seguir cosiendo, me gusta mucho, pero cuando lo retome será con más seguridad”.

En una situación parecida está Teresa Hernández, aunque en su caso ha podido compaginar el trabajo con su taller, a pesar de la pandemia. Experta patronista con más de 20 años de profesión, a sus 61 años, compagina su taller de costura con su empleo en la impartición de talleres de la mano del Ayuntamiento de Candelaria. Siempre ha trabajado con la rondalla Valkirias, haciendo los patrones de los diseños que elige la formación.

“En este caso, son patrones sencillos, puesto que solo llevan chaquetas”, explica. Teresa se encuentra en plena mudanza. “Me voy a vivir a Arafo, y me llevó todo para allá, incluido el taller”. Durante la pandemia, la posibilidad de impartir un PFAE de Textil en Candelaria, le permitió salvar el parón impuesto por la COVID. Aún así, ya se ha puesto las pilas para coser los encargos que le lleguen. También es miembro de Tenerife Moda.

En el otro lado se encuentra Cristina Toledo, responsable de la empresa de textil Texture Canarias SL. Aunque su actividad es mucho mayor que surtir al Carnaval de diseños, admite que es una parte importante de su negocio, sobre todo en los meses normales de la fiesta. Trabajan habitualmente con Mamelucos. “Que el Carnaval sea en junio no nos supone más trabajo, aunque es verdad que no estamos acostumbradas a las entregas en este mes. Quizá la única diferencia es que apostamos por diseños más sencillos porque el Carnaval será más corto”, explica.

Cuenta que “nosotros una empresa, fabricamos telas, no somos la típica costurera que trabaja en su casa en Carnaval, trabajamos muchas áreas textiles y una de ellas es el Carnaval. Sí es verdad que cuando comenzamos con las primeras clasificaciones pensamos que sería a su fecha normal, pero bueno hubo ese pequeño cambio pero también fue un respiro, porque siempre vamos a contrarreloj”, comenta entre risas.

Aún así, “es verdad que en la época de Carnaval incrementamos mucho el trabajo y podemos dar más trabajo a costureras”. En la pandemia, precisamente por tener una actividad más amplía cuenta que “como fabricantes textiles, y que también estampamos las telas, tuvimos la opción de hacer mascarillas, de estamparlas, de llevar la empresa por otros ámbitos. Así que en la pandemia hicimos mascarillas, hicimos donaciones, trajes para los médicos…”.

Otra de las vertientes de la confección son los complementos, sobre todo en grupos como las murgas, que se han convertido en partes esenciales de sus diseños. En ese campo se desenvuelven Juliana y Brenda, que reconocían que estos días están a tope, casi sin tiempo de nada. “Nosotros nos hacemos cargo de los accesorios como zapatos, tocados… Tanto por esta época del año, como por la situación en general, ha sido bastante complicado hacer frente a los encargos, a lo que tenemos que sumar la escasez de materiales, la tardanza en el transporte, y menos ayuda en los talleres porque es verano”, cuenta Brenda.

Admite que “también los grupos, por esta situación y por lo poco que podrán lucir las fantasías, quieren cosas sencillas, también hay escasez de dinero y se nota. El Carnaval supone trabajar sin parar. “No tenemos días de descanso desde hace unos tres meses, y desde las 8.30 hasta las nueve de la tarde no paramos”.

Admite que este año sin Carnaval les afectó, pero, como la mayoría de las que se dedican a coser de una forma u otra para el Carnaval, “tenemos un negocio que es un estudio de tatuajes, que lo mantenemos cerrado en Carnaval, y el resto del año lo abrimos. También hacemos teatro, y ahora también estamos en una producción de una serie de Televisión Canaria, con vestuario y dirección de arte, y no nos dedicamos solo a esto del Carnaval, según la época del año nos dedicamos a una cosa a otra, pero indubitablemente el año de la pandemia lo trastocó todo”.

En talleres tradicionales como el de Virginia Castro, en el que además de para grupos también se cose para la calle, ya se calientan motores para disfraces de grupo, aunque admite que este año la gente no está tan animada “tengo dos grupitos de Carnaval, pero nada más. Se nota que la pandemia ha pasado factura a muchas familias”.

Cuenta que todos los años trabaja de forma fija con dos grupos que participan en el Carnaval de Santa Cruz, la murga Clandestinas, y el grupo Las Chicas del Coso, del Puerto de la Cruz. Este año, Clandestinas ha decidido no salir, así que su trabajo para el Carnaval también se ha visto reducido. A diferencia del resto de casos, asegura la propietaria de Miss Trabas, que el de la pandemia ha sido su “mejor año”. “Cerré 15 días, y cuando volví a abrir las puertas tenía una cola de clientes esperando para hacer arreglos de ropa. Afortunadamente no vivo solo del Carnaval”.

Natalia Torres Diario de Avisos

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