El Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, orgullo del Archipiélago y referente internacional por su creatividad y pasión, atraviesa un momento de incertidumbre. Cada año se apagan más tambores y se silencian más gargantas. Esta vez, la noticia que sacudió al mundo murguero fue la retirada de Los Desbocados, que no estarán presentes en la edición de 2026. Su ausencia se suma a la de agrupaciones emblemáticas como Ni Pico-Ni Corto, lo que aviva la preocupación sobre el futuro de los concursos más populares del Carnaval.

Un problema que va más allá de una murga

La desaparición de estos grupos no responde a una decisión puntual, sino a una tendencia que se ha ido acentuando con el paso de los años. Los colectivos carnavaleros denuncian que mantener viva una murga se ha convertido en un reto cada vez más complejo, en el que convergen factores sociales, económicos y culturales.

El relevo que no llega

La raíz del problema parece clara: falta de relevo generacional. Ser murguero implica meses de dedicación, ensayos intensivos, preparación de letras y confección de vestuario. Un esfuerzo enorme que choca con la realidad de muchos jóvenes, quienes deben compaginar estudios, trabajos y responsabilidades familiares. El tiempo, hoy más que nunca, se ha convertido en un lujo que pocos pueden permitirse invertir en una afición tan exigente.

Entre la pasión y la conciliación

La mayoría de quienes integran estos grupos son aficionados que viven el Carnaval desde el amor a la fiesta, no desde la profesionalización. Sin embargo, los ensayos diarios y la presión por competir en un nivel cada vez más alto hacen que muchos opten por dar un paso atrás. “Conciliar el trabajo, la familia y la murga es cada vez más difícil”, reconocen algunos integrantes veteranos que observan con nostalgia cómo se apagan los locales de ensayo.

El peso del dinero y la logística

A la falta de tiempo se suma la carga económica. Mantener una murga implica gastos constantes: materiales, alquiler de locales, transporte y vestuario. Aunque existen subvenciones y patrocinios, muchas veces resultan insuficientes. La autofinanciación a través de cuotas o eventos es, para muchos grupos, un esfuerzo titánico que acaba minando la motivación.

Un Carnaval que exige cada vez más

La evolución del concurso ha elevado el nivel de exigencia artística y técnica. Lo que antaño era pura improvisación y humor popular, hoy se acerca a una producción casi profesional. Esta transformación ha mejorado la calidad del espectáculo, pero también ha dejado fuera a quienes solo buscaban vivir el Carnaval desde la diversión y el compañerismo.

Un legado en riesgo

Cada murga que se despide deja un vacío que va más allá del escenario. Son décadas de tradición, crítica social y cultura popular las que se pierden con cada adiós. Las agrupaciones veteranas son la memoria viva del Carnaval chicharrero, y su desaparición amenaza con diluir el espíritu colectivo que ha definido esta fiesta durante generaciones.

Mirando al futuro

Frente a este panorama, tanto las instituciones como los colectivos trabajan para encontrar soluciones. Fomentar la participación juvenil, facilitar espacios de ensayo y flexibilizar la organización de los concursos son algunas de las propuestas sobre la mesa. El desafío es enorme, pero el objetivo común es claro: que el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife siga latiendo con la fuerza de siempre, lleno de voces, risas y corazón.

 

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