En el corazón del barrio de El Toscal, en Santa Cruz de Tenerife, una antigua puerta angosta da acceso a un universo de movimiento y disciplina. Por ella desfilan cada día cientos de niños y jóvenes, equipados para el entrenamiento, hacia las amplias salas de un centro que se ha convertido en un referente: la academia Wonder. Este espacio, dirigido por la coreógrafa Diana Rucabado, es el motor de un proyecto artístico cuyo combustible es el trabajo incansable y la pasión.
De Bailarina a Emprendedora: Una Trayectoria Forjada en Ritmo
La vida de Diana Rucabado parece escrita al compás de la música. Llegó a Tenerife con solo catorce años, heredando de su madre, Alicia, una pasión por la danza que definió su destino. “No había otra opción”, afirma con convicción. Su formación y carrera en la isla la llevaron a pasar por diversas escuelas, incluyendo una larga etapa de casi quince años en LS Tribu, donde no solo enseñó, sino que también dio vida a los montajes –“Alicia”, “Maléfica”, “Narnia”– que la catapultaron al éxito en el Carnaval.
Un Proyecto que Nació de la Necesidad
La decisión de crear su propia academia fue tan rápida como definitiva. Tras una tensión en su anterior centro, Rucabado aceleró sus planes. El 1 de mayo tomó las llaves de un local sin reformar en la calle San Francisco Javier y, con el respaldo de unos 200 alumnos que decidieron seguirla, puso en marcha Wonder. “Chicos, no podemos más”, fue el lema que marcó el inicio.
Una Comunidad que Creció a Ritmo de Danza
Lo que comenzó con esos cientos de bailarines hoy es una comunidad de cerca de 400 alumnos. La academia, de más de 500 metros cuadrados distribuidos en tres aulas, ofrece disciplinas que van desde la danza urbana –con seis profesoras especializadas– hasta el contemporáneo, los estilos latinos y el trabajo de barras. El éxito, según Rucabado, se basa en una mezcla de disciplina rigurosa y un ambiente casi familiar.
El Carnaval: El Gran Escenario
Si la academia es el taller, el Carnaval es la vitrina. Para la edición de 2026, Wonder prepara un espectáculo que involucrará a 200 bailarines. Los ensayos se multiplican entre las instalaciones de El Toscal y el pabellón del Colegio La Salle, mientras un ejército de padres y madres colabora en la producción: cosiendo vestuarios, buscando materiales y organizando logística. El mayor secreto, como es tradición, es el personaje y la temática del montaje, que Rucabado guarda celosamente. “Voy a liarla grande”, anuncia con una sonrisa.
Wonder: Un Nombre con Significado
El nombre de la academia no es casual. “Wonder” (maravilla) es un homenaje a su madre y al universo de fantasía que siempre ha explorado en sus coreografías, empezando por aquel “Alicia” que le dio su primer triunfo. Para Rucabado, esta etapa representa su “madurez artística y empresarial”, un espacio donde conviven principiantes de siete años, jóvenes competidores que llevan una década a su lado, y adultos que encuentran en la danza un refugio para el bienestar.
Un Legado que se Regenera
Uno de los pilares de Wonder es su capacidad para formar no solo bailarines, sino también futuros docentes. Muchos de los profesores actuales son antiguos alumnos, creando un círculo virtuoso de enseñanza y lealtad. “Para hacer esto hay que estar un poco loco… Bueno, un poco no. Mucho”, confiesa la coreógrafa, quien atesora los tres últimos primeros premios de Interpretación del concurso coreográfico del Carnaval.
Más que una Moda, una Necesidad
“El baile está de moda”, reconoce Rucabado, “pero también es una necesidad. Aporta a nivel físico, emocional y social”. En Wonder, esa filosofía se traduce en un espacio donde cada clase es una oportunidad para experimentar algo extraordinario, algo verdaderamente “wonder”.