San Lorenzo ha reconocido a uno de sus hijos más ilustres: Juan Lola Suárez Rodríguez, nombrado Hijo Predilecto por su incansable dedicación al pueblo y su inigualable aportación a las fiestas patronales y al carnaval.
Un honor que nace del corazón
Para Juan Lola, este nombramiento no es solo un título, sino la culminación de una vida entregada a su tierra. “Lo recibo como el mayor honor. Para mí, lo primero es mi pueblo, mi gente y mi fe en San Lorenzo”, confiesa con emoción. Su labor ha sido siempre desinteresada, movida por el amor a sus raíces.
Infancia entre fiestas y puertas abiertas
Sus primeros recuerdos están ligados a las celebraciones del patrón. “Desde junio, mi casa se transformaba. Todo se limpiaba y pintaba para las fiestas. En mi pueblo, las puertas nunca se cerraban”, rememora. Esa hospitalidad y devoción marcaron su carácter.
El carnaval, una pasión que corre por sus venas
Si hay algo que define a Juan Lola, es su devoción por el carnaval. “Yo nací con antifaz puesto”, bromea. Diseñador de sus propios trajes —ganador en múltiples ocasiones—, vive todo el año pensando en la fiesta. “Hasta en verano compro objetos para futuros disfraces”. Su entrega es tal que incluso bromea: “A mi familia le tengo prohibido morirse en carnaval”.
Rompiendo moldes: La Gala Drag Queen de San Lorenzo
Fue el impulsor de un evento revolucionario en el pueblo: la Gala Drag Queen. Aunque al principio enfrentó críticas, el éxito fue rotundo. “La plaza no cabía. Un vecino dijo: ‘¿Quién hizo esto? Porque ha recaudado más que siete noches juntas’”. Un triunfo que consolidó su visión de un carnaval inclusivo.
El carnaval como sinónimo de libertad
Para Juan Lola, esta fiesta es liberación y alegría. “Algunos esperan el carnaval para ser libres; yo ya lo soy, pero lo vivo con pasión”. Su fama como diseñador traspasó fronteras: desfiló en el Gay Pride de Torremolinos y hasta posó con famosos. “Entré como una reinona, el público me abrió paso”, recuerda con orgullo.
Florista de corazón, devoto de San Lorenzo
Su otra gran pasión es la decoración floral, que comenzó a los 17 años adornando la iglesia del pueblo. Desde entonces, San Lorenzo lo ha acompañado en todas partes: “En Tenerife, Madrid, Sevilla… hasta en Florencia me encontré con su imagen”.
El niño de la calle Paz que nunca dejó de dar
Pese a los reconocimientos, sigue siendo el mismo que de niño acarreaba sillas por unas fichas para los cochitos. “Queda mi entrega, y todavía mucho por dar”, afirma. Su mayor deseo: “Que Dios y San Lorenzo me den vida para seguir disfrutando de los míos”.