Si el Carnaval es la fiesta grande, Halloween se consolida como el gran negocio para el sector de la disfraces. Una realidad que las tiendas especializadas constatan año tras año y que se ha acentuado en la última semana: del 25 al 31 de octubre, el movimiento comercial registrado multiplica al que experimentan en los días previos al Carnaval. “Los últimos años se ha incrementado mucho la época de Halloween respecto al Carnaval”, asegura un representante del sector, que prefiere mantener el anonimato pero no duda en confirmar la tendencia.
Las cifras hablan por sí solas. “No voy a decir números pero las ventas incrementan exponencialmente respecto a lo que es la temporada de verano”, afirma el mismo comerciante. Este ‘boom’ octubrino no hace sino confirmar un cambio en los hábitos de consumo, donde la fiesta de origen celta ha sabido capitalizar su potencial lúdico y comercial.
Catrinas y zombies: los reyes de la noche
En cuanto a las preferencias de los clientes, los disfraces más solicitados dibujan un claro mapa de lo que se verá en las calles. Para ellas, el fenómeno de las catrinas –el icónico personaje del folclore mexicano vinculado al Día de los Muertos– lidera las ventas con notable diferencia. Para ellos, la tendencia se decanta por lo clásico: “Los hombres se tiran mucho a lo clásico de vampiro y zombie”, explican desde el sector.
El alquiler, una alternativa de consumo inteligente
Frente al modelo de compra, algunas establecimientos como La Pimpinela ofrecen una alternativa que gana adeptos por su practicidad y economía. “Nosotros solo alquilamos porque la gente va acumulando cosas que luego no se pueden poner y ven que se pueden ahorrar espacio y dinero”, argumentan. Este modelo de negocio no solo responde a una lógica de consumo más sostenible, sino que se adapta a la necesidad de los clientes de renovar su look cada año sin llenar el armario de prendas de un solo uso.
La explosión de Halloween demuestra, en definitiva, que el espíritu de disfrazarse trasciende ya al Carnaval y encuentra en el mes de octubre su momento de mayor apogeo comercial, redefiniendo el calendario festivo y el tejido económico asociado a la fantasía.