En un ambiente cargado de complicidad y ritmo, la murga “Diabólicas” celebró una cena que trascendió el simple encuentro gastronómico para convertirse en un verdadero acto de reafirmación identitaria. Con risas que resonaron como coros callejeros y anécdotas que tejieron la memoria colectiva del grupo, la velada dejó claro que, más que un elenco, son una familia murguera.
El evento, que se desarrolló en un espacio íntimo decorado con guiños carnavaleros, reunió a integrantes históricos y nuevos miembros, demostrando una vez más la capacidad de la murga para integrar y contagiar su energía característica.
El alma de la murga: “El buen rollo que siempre nos acompaña”
Entre platos compartidos y brindis espontáneos, la frase que más se repitió fue la que resume su filosofía: “el buen rollo que siempre nos acompaña”. Este no es un eslogan vacío, sino el pilar sobre el que “Diabólicas” ha construido su trayectoria. En un mundo donde la competitividad a veces opaca el arte popular, ellas y ellos priorizan el apoyo mutuo, la diversión y la construcción comunitaria.
“Somos una familia murguera y días como este lo demuestran aún más”, se leía en su publicación posterior al evento, un mensaje que sus seguidores celebraron con cientos de corazones y comentarios de apoyo.
Más que una cena: un termómetro del espíritu colectivo
Estos encuentros informales funcionan como termómetro del espíritu del grupo. Lejos del escenario y del estrés de los ensayos técnicos, la murga reafirma sus lazos. Aquí se planifican proyectos, se recuerdan anécdotas de temporadas pasadas y, sobre todo, se recarga esa energía única que luego se proyecta en sus actuaciones.
“Gracias a todas y todos por la energía, por las ganas y por seguir sumando juntos”, agradecía la publicación, destacando el valor de cada individuo en el corazón colectivo.
El futuro: “¡Que vengan muchos más momentos así!”
Con la temporada de carnaval siempre en el horizonte, “Diabólicas” demuestra que su fuerza no solo reside en la calidad artística o en la contundencia de sus críticas sociales (una tradición murguera por excelencia), sino en la calidez humana de su núcleo. La cena cerró con un deseo unánime: que se repitan estos espacios de convivencia.
La murga, con su característico equilibrio entre lo transgresor y lo comunitario, sigue escribiendo su historia con bombos, platillos y, ahora, con tenedores y cucharas. Una historia que, al parecer, tiene muchos capítulos por delante.