Llámame exagerado, lo que tú digas, vale, de acuerdo, pero solo faltan 135 días para el viernes de cabalgata, sí, ya ves, lo que te decía, doblando la esquina, cerquita, octubre, aquello, noviembre, lo otro, veinticuatro de diciembre, uvas sin cotillón, cinco de enero y, ahí está, el viernes de cabalgata, así, sin darnos cuenta, porque tú lo digas, ni de lejos esta conversación carece de sentido a 30 de septiembre, qué dices, algo así no se piensa con los regalos de reyes abiertos, qué va, un viernes de carnaval bien merece echarle una pensada 135 días antes, sin prisas, madurando qué, cómo, cuándo, por qué y dónde se harán las cosas, ya, que sí, lo sé, en qué planeta crees que vivo, ya, ya sé que no habrá carnaval, y qué, déjame explicarte, que sí, y dale, sé que no habrá cabalgata, ni bailes, ni nada de nada de nada, pero, si me escucharas, vale, te cuento, lo tengo claro, no habrá carnaval, tampoco cabalgata, digerido, ahora bien, escucha, pongámonos en el viernes 12 de febrero, bien, sitúate, como cualquier otro viernes que padres, hijos, madres, compañeros de trabajo, vecinos, profesores, camareros, conductores de guaguas o tranvía, alumnos, funcionarios, repartidores o taxistas hagan ese viernes lo que cualquier otro, tal cual, lo mismo, igual que siempre, que vayan al trabajo o al cole, bajen a desayunar, celebren reuniones, se acerquen a las ventanillas de cualquier administración para no sé qué papeleo, lo que te digo, que hagan exactamente lo de siempre, y con sus mascarillas, sus geles y sus distancias, bien, pues, a ver, aquí viene la cosa, me pregunto por qué ese viernes no lo hacemos como siempre, sí, pero disfrazados, tal cual, disfrazados, me pregunto a qué empresa o institución le costaría entenderlo, y permitirlo, qué mejor manera de mostrarnos al resto del país, ahí fuera fliparían, carnaval sin carnaval, disfrazados sin salirnos de nuestra rutina diaria, volviendo a casa al acabar la jornada laboral como lo haríamos cualquier otro viernes, sin desatender las recomendaciones o restricciones que impone el virus, sin cabalgata, pero disfrazados, contándole al mundo que esta Ciudad se disfrazó porque no hay virus que nos impida ir a trabajar disfrazados, y luego cada cual a lo suyo, como siempre, pero disfrazados, habiendo participado de un viernes de carnaval para el recuerdo, de una locura perfectamente realizable, de un viernes de cabalgata rayando lo patriótico, por qué no, bueno, tú mismo, yo sí lo veo.

Jaime Pérez Llombet Diario de Avisos

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