El Parque Santa Catalina, epicentro del ocio capitalino, se ha convertido este fin de semana en un símbolo de la continuidad festiva de la ciudad. En una curiosa simbiosis temporal, la Navidad que aún está en su apogeo comparte espacio con los primeros esqueletos del Carnaval de Las Vegas 2026, cuyas fiestas principales comenzarán el próximo 23 de enero.
Mientras los niños hacen cola para las atracciones navideñas o participan en talleres de diademas de reno, el sonido de martillos y sopletes anuncia la llegada de la siguiente gran celebración. Los operarios trabajan contra reloj para dejar listo el armazón del gran escenario, diseñado por el arquitecto Carlos Santos, cuyo diseño final sigue guardándose bajo llave y se desvelará en las próximas semanas.
Un escenario que emerge entre luces de Navidad
El pregón del Carnaval, fijado para el 23 de enero, marca la fecha límite. La estructura metálica que ya asoma entre las casetas y las luces de la feria es el primer signo tangible de que la ciudad vive en un ciclo festivo perpetuo. A pocos metros, la administración de loterías de la calle Luis Morote colgaba el cartel de “falta un día” para el Sorteo Extraordinario, captando a los últimos ilusionados. “Un día como hoy vale la pena abrir; siempre se anima alguien de última hora”, comentaba el lotero Samuel López.
La primera ‘Papanoelada Motera’ llena de ilusión el parque
Si alguien simbolizó la mezcla de espíritu navideño y energía ciudadana fue el pelotón de la primera Papanoelada Motera de la capital. Unas 84 motos, adornadas con guirnaldas y pilotadas por Papás Noel (y algún Grinch), irrumpieron en Santa Catalina sobre las 14:30 horas tras recorrer varios barrios.
“Ha sido una experiencia estupenda, con muy buenas sensaciones. La aceptación fue muy buena, sobre todo cuando pasamos por los barrios”, explicó Alexander Larsen, uno de los organizadores. El objetivo era solidario: recoger juguetes para la campaña ‘+QueReyes’ de la Casa de Galicia. “Llenamos el furgón”, celebró. La mayoría de los participantes eran trabajadores de Guaguas Municipales y Global, empresas que colaboraron con la iniciativa.
El Carnaval, eje de la identidad cultural
Este solapamiento no es casual, sino un reflejo de la vitalidad cultural de Las Palmas de Gran Canaria, donde una fiesta no termina de apagarse antes de que empiece a respirar la siguiente. El Carnaval, como gran seña de identidad, exige una planificación que se inmiscuye en el calendario de otras celebraciones, demostrando su peso económico, social y turístico.
Entre las casetas, los comerciantes aprovechaban la primera jornada soleada tras una semana de lluvias. “Este es el primer día que vemos algo de movimiento”, señalaba Liliana Domínguez Navarro desde su puesto de cerámica del taller Monona.
Así, con el olor a churros mezclándose con el de soldadura, y los villancicos con el sonido de motores customizados, Santa Catalina se erige estos días en un escenario perfecto: el lugar donde la ciudad demuestra que su verdadero espíritu es, simplemente, festivo.