El Día

La capital tinerfeña se preparaba para una de las ediciones más cruciales de su Carnaval, una que quedaría marcada no por un lema, sino por una carrera contrarreloj para estrenar una infraestructura faraónica. El proyecto, una ambiciosa obra promovida por la máxima institución insular y diseñada por un arquitecto de renombre internacional, vio cómo su costo inicial se incrementó significativamente, superando ampliamente las previsiones.

Una apuesta política y logística

En el consistorio municipal, el equipo de gobierno asumía el enorme riesgo de vincular el éxito de las fiestas a la terminalización de las obras. El concejal de Fiestas de la época se hizo responsable público de lo que calificó como una “aventura”, incluso cuando el montaje de los escenarios no podía comenzar porque la construcción del recinto aún no estaba completa. Esta decisión marcó una edición definida por la improvisación y la voluntad de trasladar la celebración a un espacio cubierto, dejando atrás la emblemática etapa de la Plaza de España.

La competencia insular y la búsqueda de un director

Mientras Santa Cruz de Tenerife afrontaba estas incertidumbres, la capital grancanaria tomaba ventaja. Contratando a dos profesionales que habían trabajado en el equipo tinerfeño, Las Palmas logró revitalizar su propio certamen de la Reina, trasladándolo con gran éxito a un nuevo emplazamiento. Este movimiento estratégico ocurrió mientras en Santa Cruz se libraba un debate interno sobre la dirección artística, descartando el alcalde la posibilidad de un director “compartido” con la isla vecina.

La elección final recayó en un creador local con una sólida trayectoria en el mundo del espectáculo en la península. Con él, llegó un escenógrafo que daría vida al tema “¡Viva México!” en el nuevo recinto ferial.

Un escenario cinematográfico y un nuevo humor

El decorado principal, un poblado mexicano, fue construido por una empresa conocida por su trabajo en grandes producciones del cine español. Este cambio de ubicación permitió un importante ahorro respecto a años anteriores. El director artístico prometió en sus primeras declaraciones un carnaval menos comercial y más cercano al pueblo, con espectáculos ágiles y un objetivo claro: devolver el humor a las galas.

Contratiempos en cadena y un estreno accidentado

El año 1996 estuvo plagado de imprevistos. Otras localidades de la isla cancelaron o retrasaron sus festejos, mientras la capital luchaba contra el calendario. Pero el mayor problema llegó con la inauguración. La tan esperada gala de apertura tuvo que ser pospuesta 24 horas debido a unas graves filtraciones de agua en el techo del nuevo pabellón, en un episodio bochornoso donde llovía más en el interior que en el exterior. La situación fue tan crítica que el director artístico amenazó con abandonar el proyecto, requiriendo la presencia urgente del presidente insular para mediar.

Polémica y legado

La gala de elección de la Reina, reprogramada para evitar la campaña electoral, fue otro punto de conflicto. Con un récord de candidatas, el evento comenzó con retraso, se extendió por horas y culminó con una queja formal del Consulado de México por considerar que se ridiculizaba a sus ciudadanos. Aunque aquel año coronó a una reina que pasaría a la historia con un apodo peculiar, el paso del tiempo y la llegada de polémicas en ediciones posteriores acabarían por dar una nueva perspectiva a la gestión de aquel carnaval de 1996, recordado como el año en el que todo pudo salir mal, pero al final se celebró.

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