
Veinte años contemplan ya la carrera de Arganda Lorenzo en el universo del diseño carnavalero, un periodo en el que esta creadora realejera ha conseguido abrirse camino en el competitivo escenario del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife. Al frente de su candidata para esta edición, Lara Rodríguez Lorenzo -su sobrina-, la diseñadora reflexiona sobre un camino profesional “lleno de piedras” donde la financiación se erige como principal obstáculo.
Fundadora de la Asociación Cultural Nira hace una década, Lorenzo destaca por su carácter cercano y su perseverancia en un sector donde la creatividad debe convivir con las limitaciones económicas. A través de este medio, la diseñadora hace un llamamiento a comercios y empresarios para que apoyen a los profesionales que, como ella, carecen de “una vía clara de financiación para sus fantasías”.
Trayectoria marcada por la superación
La diseñadora no oculta las dificultades encontradas a lo largo de estas dos décadas, aunque siempre desde una óptica de respeto hacia el sector. “Quiero desearle toda la suerte del mundo a mis compañeros y compañeras”, afirma, “que van seguramente con la misma ilusión que todos nosotros”. Una declaración que refleja su espíritu colaborativo en un ambiente tradicionalmente competitivo.
Lara Rodríguez: la herencia carnavalera en familia
La elección de su sobrina como candidata no es casual. Lara Rodríguez Lorenzo cuenta con una amplia experiencia en las pasarelas carnestolendas, con apenas cinco años ya participó en el Carnaval de Los Realejos, y a los ocho alcanzó el título de Dama de Honor Infantil en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife.
Posteriormente, repitió experiencia y logró coronarse como Reina Adulta en el certamen de su municipio natal. “Ha vivido toda la vida rodeada de Carnaval”, explica su tía, un factor que consideran determinante para afrontar con garantías el desafío de competir en la capital tinerfeña.
La candidatura representa así la unión de dos generaciones de mujeres vinculadas por lazos familiares y por una pasión compartida hacia una fiesta que, en el caso de los Lorenzo, se ha convertido en seña de identidad familiar y profesional.