Mientras el Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria celebra la confirmación de su sede en el Parque de Santa Catalina, los residentes de la zona enfrentan un escenario muy distinto: obras paralizadas que agravan su día a día. Con un retraso acumulado de cuatro años y una nueva prórroga de al menos doce meses, el malestar crece entre quienes denuncian falta de accesibilidad, caos vial e incluso dificultades para recibir servicios esenciales.
Tráfico colapsado y calles cerradas
Ángeles Auyanet, vecina de la zona, resume el sentir colectivo: “No es solo un problema de Santa Catalina; afecta a toda la ciudad. Los cierres generan atascos insostenibles”. Las calles Nicolás Estévanez y Simón Bolívar permanecen bloqueadas, y la calle Presidente Alvear se ha convertido en un embudo. Ante la paralización de las obras, los residentes reclaman medidas inmediatas: “¿Por qué no reabrir Nicolás Estévanez para aliviar el tránsito hacia la Avenida Marítima?”, cuestiona Auyanet.
Emergencias sin paso y conflicto en el Rastro
La situación se vuelve crítica cuando servicios como ambulancias o policía no pueden acceder a las viviendas. “Estamos desprotegidos”, advierte la vecina. Los domingos, el Rastro agrava el problema: al trasladarse a la calle por las obras, se generan enfrentamientos entre conductores y vendedores. “Nos golpean los coches al pedir paso. Es insoportable”, relata.
Carnaval vs. Calidad de vida
Aunque la paralización de las obras permite la celebración del Carnaval, los vecinos sienten que sus necesidades quedan en segundo plano. “Una ciudad que presume de fiestas no puede tener a sus residentes atrapados”, reclaman. Mientras las instituciones aplauden la solución temporal para los eventos, la pregunta sigue en el aire: ¿cuándo volverá la normalidad a Santa Catalina?
Con retrasos crónicos y soluciones parciales, la paciencia de los afectados se agota. Exigen no solo plazos claros, sino acciones concretas que alivien el aislamiento mientras duren las obras.