La falta de aparcamientos y el desalojo policial de locales durante Halloween destapan un conflicto vecinal que pone en riesgo la preparación de las fiestas
El Mercado del Barrio de La Salud, histórico bastión de la creación carnavalera donde conviven más de una veintena de agrupaciones, se ha convertido en el epicentro de una batalla vecinal que amenaza con truncar los preparativos del Carnaval 2026. El desalojo policial de varios locales durante la noche de Halloween, sin previo aviso y con procedimientos cuestionados, ha destapado una crisis de convivencia que los propios afectados califican de “insostenible”.
El punto de inflexión: Halloween
En la noche del 31 de octubre, algo cambió para siempre en la relación entre agrupaciones y vecinos. Graci Martín, director de Jocikudos y presidente de la murga infantil Lenguas Largas, lo relata con incredulidad: “El viernes de Halloween a la 1 nos desalojó la policía de todos los locales. Decían que en media hora teníamos que salir de todos los locales y desalojaron a todos los grupos. Yo vivo enfrente del Mercado y está situación no la he vivido nunca”.
Patri, de la murga adulta Burlonas, añade más detalles sobre lo ocurrido: “Se dirigió a mí el policía y me preguntó que si no habíamos recibido una comunicación del ayuntamiento. Yo le dije que no, que no tenía constancia de ninguna comunicación”. Lo que para muchas agrupaciones era una tradición -celebrar Halloween con encuentros entre grupos- se convirtió en una intervención policial que dejó a los carnavaleros perplejos.
La raíz del conflicto: mucho más que ruido
Todos los representantes consultados coinciden en un punto: el ruido es la excusa, no el verdadero problema. Ruymán, de Zeta Zetas, lo expone crudamente: “El problema no somos los grupos del carnaval. El problema es la falta de aparcamiento que hay en el mercado y en la zona de la salud. Ese problema lo tiene el ayuntamiento con los vecinos”.
La ironía, señalan varios representantes, es que la mayoría de los componentes son precisamente vecinos del barrio. Patri de Burlonas lo corrobora: “El 70% de los componentes de los grupos del mercado son vecinos del Barrio de La Salud. Entonces, yo también sufro esa falta de aparcamiento”.
Vida de agrupación: entre la adaptación y la asfixia
La situación está obligando a las agrupaciones a modificar sustancialmente su funcionamiento. Zara Davinia, presidenta de la comparsa Bahía Bahitiare, explica: “Hemos reducido los ensayos y los horarios para no perjudicar a los vecinos. No estamos desarrollando ni actividades de ningún tipo por lo mismo, para no entorpecer ni molestar”.
Para las agrupaciones infantiles, el impacto es particularmente doloroso. Oliver Yanes, de la murga infantil Pita-Pitos, comenta: “Nos vemos bastante limitados. Somos una murga de prepararles a los niños unas chuletadas, unos picoteos, una fiestita, hacer alguna convivencia y nos vemos bastante limitados porque es cierto que sabemos que no está permitido”.
El día a día: vigilancia y tensión constante
Los carnavaleros describen un ambiente de vigilancia constante. Cristo González, de Nobleza Canaria, detalla: “Es una situación rara porque no podemos hacer fiestas ni chuletadas ni nada. A las 11 ya todo el mundo tiene que recoger. Y sabes que va la gente por ahí con los perros, te está sacando fotos”.
Ruymán añade anécdotas que ilustran la tensión: “Estábamos por fuera para empezar, eran las ocho y media, y aparecieron cuatro coches de policía con los pirulos puestos. Dicen que nos llamaron los vecinos, que había un botellón y altercado. ¿Dónde ven ustedes los altercados y el botellón?”.
El valor social de las agrupaciones
Frente a las acusaciones, los carnavaleros defienden su papel en la comunidad. Oliver Yanes argumenta: “Mientras haya gente no van a haber delincuencia. Fíjate que en todos los meses que llevamos ensayando no ha habido un coche roto. Pero en verano, cuando no estamos, habían robos, habían de todo”.
Y añade: “Si no, esto sería un punto de infección, de drogadicción, de gente bebiendo por las noches. Zona que nadie querría ir por allí, ni siquiera a sacar al perro”.
Soluciones y futuro incierto
Mientras tanto, las agrupaciones se sienten atrapadas en un conflicto que consideran ajeno. Ruymán sentencia: “El problema lo tiene el ayuntamiento y quien tiene que dar soluciones es el ayuntamiento o los vecinos. Y es por falta de aparcamiento, no por otra cosa”.
La advertencia de Graci Martín resume la gravedad de la situación: “Al final la amenaza es que a la larga nos tendremos que ir del mercado”. Una posibilidad que, de materializarse, cambiaría para siempre el ecosistema del Carnaval chicharrero y dejaría sin hogar a decenas de agrupaciones que, durante más de 40 años, han convertido el Mercado de La Salud en la cuna de la fiesta.
Mientras el Ayuntamiento busca soluciones a largo plazo para los aparcamientos, las agrupaciones se preguntan cómo sobrevivir hasta el Carnaval 2026 en un ambiente que, aseguran, se ha vuelto hostil para la creación carnavalera y la convivencia.
Ante la reciente información publicada sobre el conflicto en el Mercado del Barrio de La Salud y los desalojos ocurridos durante la noche de Halloween, los vecinos y vecinas de la zona desean manifestar su versión de los hechos y su preocupación creciente por la situación de convivencia que se vive desde hace meses.
En primer lugar, la comunidad vecinal reconoce y valora el papel histórico y cultural del carnaval, así como la importancia que tienen las agrupaciones en la identidad del barrio. Sin embargo, resulta necesario aclarar que las quejas vecinales no son nuevas ni infundadas, sino fruto de una convivencia cada vez más complicada, donde el descanso, la limpieza y la seguridad se han visto gravemente afectados.
Durante los últimos meses, los residentes han tenido que soportar ruidos constantes, ensayos a altas horas, ocupación del espacio público, escasez de aparcamientos y residuos acumulados tras celebraciones en los locales del mercado. Todo ello ha generado un malestar generalizado que ha sido trasladado en reiteradas ocasiones al Ayuntamiento, sin obtener respuestas efectivas.
Contrariamente a lo que se ha afirmado, el problema no se limita al aparcamiento. La cuestión central es la falta de control, planificación y respeto por las normas básicas de convivencia. Los vecinos han mostrado disposición al diálogo, pero la situación ha llegado a un punto insostenible donde la vida cotidiana —especialmente de familias con niños, personas mayores y trabajadores— se ve seriamente alterada.
Respecto a la intervención policial durante la noche de Halloween, los vecinos no celebran ni promueven actuaciones abruptas, pero sí consideran necesario que las autoridades velen por el cumplimiento de la normativa. Las denuncias por ruido y desórdenes no son un ataque al carnaval, sino una defensa del derecho legítimo al descanso y a la tranquilidad.
La comunidad insiste en que no está en contra del carnaval ni de sus agrupaciones, sino de las formas y excesos que están deteriorando la convivencia en el barrio. Los vecinos reclaman al Ayuntamiento una solución equilibrada, que incluya:
La reubicación o insonorización de locales de ensayo.
El establecimiento de horarios compatibles con el descanso vecinal.
Un plan de limpieza y orden posterior a cada evento o actividad.
Y un diálogo real y transparente entre las agrupaciones, el Ayuntamiento y la comunidad vecinal.
“El carnaval es patrimonio de todos, pero también lo es el derecho a vivir en un entorno limpio, tranquilo y seguro”, “Queremos convivir, no confrontar, pero la convivencia requiere respeto mutuo”.
Hasta que no se implementen medidas concretas, los vecinos anuncian que continuarán elevando sus quejas por las vías institucionales correspondientes y reiteran su compromiso con una solución que permita compatibilizar la tradición carnavalera con la vida diaria del barrio.