Artista infantil, militar profesional, director de murga o reservista. Ese es Martín Eusebio Delgado. Un hombre con una historia de vida poco común. Su última aventura la vivió en Madrid como reservista del Ejército español durante los peores meses de la pandemia. Se había desplazado hasta allí para cumplir con su habitual colaboración con las fuerzas armadas. Explica que “un reservista voluntario es un civil que, una vez superadas las pruebas para ello, desempeña su labor en el ejército, y lo hace con los mismos derechos que un profesional, mientras esté cumpliendo la función a la que has sido asignado”. “Yo, por ejemplo -señala- me encargué de elaborar una memoria de toda la actividad desarrollada durante los meses de marzo y abril con la Covid-19, además de colaborar con los hospitales, las morgues, las donaciones…”. Y es que Martín reconoce que los dos meses vividos en Madrid en el momento más duro de la pandemia fueron intensos, llenos de miedo, pero también de responsabilidad.

“Aquí ignoran lo que fue aquello. Un amigo me recogió en el aeropuerto, me llevó a casa de sus padres, que eran mayores, pero que estaban bien, y a las tres semanas de decretarse el estado de alarma, su madre moría un martes y su padre un viernes. Así de duro fue”, cuenta aliviado, ahora que ya está lejos de todo.

Aunque pueda parecerlo, Martín no viajó a Madrid para ayudar con la Covid-19, lo hizo el 1 de marzo y a petición propia. “Habían previsto mi activación para septiembre, pero me venía mejor en marzo. Pedí el cambio y me lo concedieron”.

Fue estando allí cuando estalló la pandemia y cuando su misión original se reconvirtió para dar apoyo a los hospitales de Madrid. “Allí, a parte de ayudar con los expedientes, con la recepción de las donaciones como las mascarillas para los hospitales, también ayudábamos llevando material como camas o haciendo traslados de los fallecidos desde las morgues que estaban saturadas”.

Fueron meses duros. “Aquello no tenía nada que ver con lo que me encontré aquí cuando volví. Allí se palpaba el miedo, las calles desiertas, la gente muy asustada. Personas a las que tratabas y los pocos días se morían, pero de forma superrápida, algunos nos duraban una semana”.

Cuando se le pregunta si no temió contagiarse, contesta que “claro que sí”, pero, “no puedes hacer nada más que seguir trabajando, intentar protegerte y proteger a los demás. Eran hileras de camas con enfermos, los sótanos de los hospitales, debajo de las tuberías, habilitados para acoger personas, las morgues llenas con fallecidos por la Covid, pero también por otras enfermedades, porque la gente seguía muriendo de otras cosas, eran más de 1.000 al día…”. Martín reflexiona sobre que, “si mucha de la gente que aquí en Canarias está pasando de tomar medidas de precaución hubiera estado en Madrid esos días, se lo tomarían mucho más en serio”.

Llegó a finales de abril a Tenerife. “Cuando salí había 20 personas en el avión, y lo hice desde un aeropuerto vacío, con una única puerta de acceso. Me tomaron la temperatura, rellené la declaración responsable y permanecí 15 días en aislamiento sin ver a nadie”. Aún hoy, cuenta entre risas, “mis padres me dicen que no me pegue mucho”.

Lo curioso de esta historia es que Martín Delgado se puso en contacto con DIARIO DE AVISOS para reivindicar su paso por una de las instituciones del Carnaval, la Afilarmónica Nifú Nifá, de la que fue director durante tres años, un periodo que, lamenta, nadie parece recordar. Su experiencia como reservista era secundaria en una vida que siempre ha estado vinculada, de alguna forma, a la vertiente más pública. Y es que ya de muy joven, con apenas 11 años formó dúo musical con su hermana, una experiencia que le llevó a ser parte del programa Plus Ultra, con el que en los años 60 se agasajaba a niños por sus valores humanos. Esto permitió a Martín y a su hermana viajar hasta Venezuela para participar en uno de los programas de más éxito de la cadena Venevisión, Sábado Sensacional”.

Fue entonces cuando entró en contacto con la Fufa, de la que, durante tres años, fue su mascota. “Acompañaba a Enrique González en las actuaciones, presentado el disfraz y leyendo algún monólogo de Pepe Monagas”, cuenta Martín.

“Pasados 30 años, y después de algunos desencuentros de anteriores directores, me llamaron para ver si me quería hacer cargo de la dirección de la murga y dije que sí”. Eso fue en 2007 y lo dejó en 2009. “Fueron tres años en los que no hubo ningún problema, una etapa tranquila de la murga, y reconozco que me duele que solo se hable de otros directores como Mengíbar, Marichal, o, ahora, el Flaco, que han salido peor de la murga, y a mí se me obligue a documentar mi paso por la Fufa”. Su carnet de socio honorario número uno es para él una evidencia innegable.

Natalia Torres  Diario de Avisos

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